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70 EL PERSPECTIVISMO, ¿ES UN RELATIVISMO? b e r: cuále s son los rasgos, los ca ra cte re s preciso s de esa p e cu lia r necesidad o in te ré s del hombre que solemos llam a r «verdad» (31). D en tro de esa u rg en cia de verdad que el hombre sien te, h a y un a necesidad que es la ra d ic a l y es en tonces cuando el hombre e n tra dentro de la filo so fía. Todo lo demás en el hombre es problem ático , clim a té rico , p a r ­ c ia l, in su ficien te , relativo y aproximado. ¿ Y la filo so fía ? « La filo so ­ fía es fo rm alm en te rad ica lism o , porque es el esfuerzo p a ra descu ­ b rir la s ra íce s de los demás, que por sí no la s m a n ifie sta , y en este sentido no la s tiene. L a filo so fía p ropo rciona a hombre y mundo sus defectivas raíce s. No e stá d icho, n i mucho menos, que la filo so fía logre eso que se propone» (32). Tenemo s, por tan to , que en un p rim e r y ra d ic a l sen tido descu ­ brimos la verdad a l se n tirla como u n a necesidad , como algo sin lo cu a l no podemos p a sa r. Y esa necesidad , cuando se la re tro trae h a s ta su s ra íce s ú ltim a s, entonces nos encon tram o s con la filo so fía. E sto es lo con tra rio del escep ticismo y del rela tivism o . E l m ismo O rtega escribió que la fe en la verdad e ra un hecho ta n ra d ic a l en la v ida h um an a , que si la ampu tásemos queda ría ésta co nve rtid a en algo iluso rio y absurdo. E l tem a de la au ten ticid ad , orquestado en todos los tonos y mo­ dos desde la ap a rició n del ex istencialism o , ocupa tam b ién un lugar destacado en la filo so fía ortegu iana. E n un ensayo sobre « La s in ­ ceridad triun fan te» contrapone dos épocas, la c lá s ic a y la de t r a n ­ sición . L a p rim e ra se atiene a los valo res perfectos, pero que a no s­ otros acaso no nos d icen n ada. E s la e sta tu a griega a la que n ada se puede ob jetar en cuan to a su pe rfección , pero que nos d e ja frío s cuando la contemplamos. L a alabam os y h a s ta demostramos un f in ­ gido en tusiasm o por e lla, quizá porque no nos atrevemos a con fesar que nos re su lta ind ife ren te . L a s épocas c lá sica s, pe rfecta s, tien en el peligro de ser in sin ce ra s. «Nuestra edad, en cambio, sien te, qu iera o no, un a grave in com p a ­ tib ilid ad con todo lo convencional. E s m enester que la idea, que la g ra cia , que el dogma y el im perativo se amolden exactam en te a l p u l­ so de cada p e rsona ... E l hecho de que p are zca el mundo haberse v a ­ ciado de g lorias, de d isc ip lin a , de p rin cip io s, etc., no es sino un re ­ su ltado de la sin ce rid ad operante» (33). Pues bien, cuando O rtega h a b la de la verdad , la m ir a desde esta ve rtien te y da con ello un a c ie rta im p resión de rela tivism o , pero en rea lid ad se queda fu e ra del (31) Ib., p. 341-342. (32) Ibid., p. 342. (33) Sobre la sinceridad triunfante, IV, 516.

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