PS_NyG_1959v006n010p0045_0091

GABRIEL DE SOTIELLO, O. F. M. CAP. 6 7 d ista n c ia s con lo cu a l ganarem os en c la rid ad y exactitud , que no es poco. O rtega in te rp re ta la razón en sentido aristo té lico como un a po tencia ya pe rfectam en te acabada y lista p a ra m a n ip u la r les ob­ jetos que se le pongan delan te. Algo así como un cu ch illo afilado y apto p a ra trin c h a r. Y esto lo ju zga inacep tab le. E l nos ofrece la s cosas de m uy d istin ta m an e ra . P a rte de la consideración de una situ a c ió n co n creta del hombre en el mundo. E l hombre es un ser perd ido en tre la s cosas y n ece sita , p a ra no su cum b ir a cad a paso, saber a qué atenerse a ce rca de cada u n a de ellas. N ecesita saber dónde puede poner el pie sin hund irse y dónde pe lig ra cae r en un ab ism o ; qué alim en to s tom ar y qué otros re c h a z a r; h a s ta qué punto se puede fia r de ta l o cu a l persona o, por el con trario , e v ita rla . Y así suce sivam en te . E s ta necesidad le fu e rza a irse fo rmando , poco a po­ co, un a especie de convicciones, cada vez m ás pe rfe cta s, a ce rca de la s cosas que fo rm an su cortorno y con la s cuale s no le queda m ás remedio que v iv ir. L a fun ción que e je rc ita en este sen tido de e sc la ­ recerse a sí m ismo lo que son la s cosas es lo que llam a pensam iento . U n a de la s fo rm as de e je rc ita r el pen sam ien to es la razón . No nos in te re sa ah o ra p re c isa r m ás, porque in te rrum p iría nuestro cam ino . L a razón se va construyendo un p lan p a ra saber a qué atenerse en cada c irc u n s ta n c ia de su v ida, y «este p lan de atend im ien to es lo que llam am o s el ser de la s cosas». ¿C u á l es la con traposición que ve O rtega en tre su d o ctrin a y la c lá s ic a ? L a con trapo sición consiste en que p a ra él la razón es un a Junción v ita l, u n a fun ción que se e je r ­ c ita «para» poder v iv ir, en tan to que A ristó te le s la conceb ía como un cap ita l de que se encon traba desde luego como dueño y que em ­ p leaba a su gusto y ca si en fo rm a deportiva, por lu jo . A ho ra bien, si es un a fun ción v ita l, la razón es algo que está in fie ri y todav ía no concluso, pues no hemos llegado — n i es presum ib le que llegue­ mos— a ten er ta l c la rid ad sobre lo que nos convend ría saber, que ya no h a y a necesidad de a fa n a rse por poner en cla ro cosa n inguna. E s v ita l porque, como digo, no tenemos m ás remedio que e je rc ita rla p a ra v iv ir. Y es h istó ric a , porque el p lan que nosotros nos formamos sólo se exp lica teniendo en cu en ta el que se fo rm aron nuestros p re ­ decesores y que a nosotros no nos parece su ficien te . Cuando Ortega n iega que a l hombre se le pueda d e fin ir como an im a l ra c io n a l, su negación posee este sentido, b astan te innocuo , que no tiene por qué p rodu cir a la rm a n in g u n a : quiere d e cir que el hombre no h a lle ­ gado todav ía a e sta r p lenam en te en cla ro a ce rca de todo lo que le rodea y con lo que tiene que h a c e r su vida. Y esto es m á s que e v i­ dente. S u a firm a c ió n , «el pen sam ien to es u n a fun ció n v ita l, como la digestión o la c ircu la c ió n de la sangre», tampoco tiene nad a de heterodoxia n i apun ta a n ingún biologismo trasno chado . L o que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz