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5 8 E L P E R S P E C T IV IS M O , ¿ E S UN R E L A T IV IS M O ? de una pieza, a la cual la mente debe reflejar con p e rfecta ade­ cuación, al menos formal. Pero también sería erróneo imaginarnos que, puesto que no hay cosa en sí y aparte del hombre, nos pasamos al campo de un mero sujetivismo idealista. Nada de eso; así como no se puede hablar de cosas independientes del sujeto, tampoco tiene sentido hablar del su jeto com o independiente del ob jeto, como autónomo. De este modo hemos descartado dos errores extremos. Pero dentro del ámbito que nos queda a disposición nuestra, sur­ gen dificu ltades que es menester disipar. Coloquémonos del lado del ob je to : éste nos ofrece posibilidades múltiples, variadísimos «niveles» desde los cuales le podemos entender. La visión desde cada uno de esos niveles es una interpretación , la cual es «ob jetiva», porque está impuesta por el o b je to ; y es «sujetiva», porque responde a la exigen­ cia del su jeto que conoce de esta form a el objeto. Lo malo viene luego, cuando una de esas interpretaciones se ha impuesto de tal form a que se la toma por la misma realidad. Si fuera la misma realidad ya no habría posibilidad de diferir de ella y eso nos llevaría a un «absolutismo» de la verdad que es el que queremos superar. En vez de la cosa en sí, habríamos colocado una interpretación com o un en sí más peligroso que el primero. Pero la h istoria nos hace ver cóm o surgió esa interpretación , cóm o sucedió a otras y nos su­ giere que muy posiblemente vendrán otras detrás y la suplantarán, aun en el caso de que lo que dice sea verdad. En ese m om ento nues­ tro espíritu se siente en libertad para ir de nuevo de esa interpre­ tación a la realidad, a fin de que ésta me diga el mensaje que trae para mí. Esto que ella no ha querido descubrir a nadie y que, si yo no lo recibo, quedará para siempre sin recibir. Lo cual no es sober­ bia alguna, pues de este privilegio gozan todos los hombres. Pero de que las interpretaciones no sean la realidad, no se sigue que ésta sea aparte de ellas. Sin interpretación alguna no hay realidad, pero yo no puedo contentarm e siempre con las de los otros y tengo, si quiero ser sincero y auténtico, que preguntar directamente a la rea ­ lidad lo que ella ha reservado para mi. «Ninguna interpretación es la realidad, pero todas ellas son realidad ; d icho en otros térm i­ nos, la realidad no se agota en ninguna de sus interpretaciones, pero sólo se manifiesta en ellas » (20). Una interpretación deja de ser ún i­ ca y defin itiva precisamente porque es eso, interpretación ; no pue­ de, por lo tanto, pretender ser ella la misma realidad, la cual queda abierta a otras infinitas interpretaciones. La historia, al mostrarme que lo que hasta mi ha llegado com o realidad es mera interpretación de la misma, me libera de un peligro de inautenticidad, del peligro (20) J u liá n Marías : Introducción a la Filosofía, p . 170.

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