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ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. 7 el h ech o de que la idea de Dios ha sido utilizada continuamente por la burguesía para mantener al pueblo en la miseria económ ico-social y en todos los sufrim ientos que esta situación lleva consigo. El fa ­ natismo religioso, el despotismo respaldado en motivos religiosos, el abuso de una autoridad que se dice ejercida en nombre de Dios, han sido fuente de incontables males físicos y morales para los hombres, en las diversas épocas de la historia. El venerable nombre de Dios ha sido obligado a respaldar demasiadas miserias e iniquidades hu ­ manas... Hay en los teorizantes del ateísmo marxista una decidida orien ­ tación positiva y pragmática al com batir la idea de Dios. La crítica radical que se realiza, no es tanto el resultado de un análisis filo ­ sófico, cuanto un problema humano, es decir, un problema que a fe c ­ ta al hombre entero com o tal y al sentido más hondo de la vida. Que Dios sea el fundam ento absoluto de lo existente, el primer M o­ tor inmóvil, etc., no lo adm itirán ; pero en todo caso tendría para ellos una importancia secundaria. Lo grave aquí es que Dios, tal com o de hecho obra en el mundo, tal com o ha sido pensado y vivi­ do por los hombres, resulta perjudicial para el progreso de la hum a ­ nidad y atentatorio de la dignidad humana. Se rechaza a Dios no tanto por lo que El sea en sí, com o por su comportamiento y su a c­ tuación en la vida humana individual y colectiva ; a través, sobre todo, de aquellos que se presentan com o portadores de la idea de Dios y de una misión en su nombre. El hombre elimina a Dios para quedar de nuevo en posesión de la grandeza humana, que le parece detentada indebidamente por otro, por Dios. En el lenguaje marxista Dios sería el más fuerte atentado con tra el bienestar, el progreso y la dignidad humana. K. Marx habla de la « alienación-enajenación » religiosa com o de la más radical y funesta de todas las «enajenaciones» humanas. Cuando el hombre crea y cultiva la idea de Dios, está realizando la máxima dilapidación de todos sus bienes humanos. E inversamente, cuando el hombre quiera verse libre de toda otra miseria humana, lo primero que ha de hacer es superar la «ena jenación » religiosa. E fectivamente, el hombre fue despojado de sus bienes y hasta del fruto de su trabajo y reducido a la cond ición de proletario: miseria económ ica. La depauperación económ ica lleva consigo la depaupera­ ción espiritual: el proletario pierde la con cien cia de su auténtico valor económ ico, de su dignidad social y, finalmente, de su misma dignidad humana. Todo lo noble, bueno y grande que en sí descubre lo «transfiere» a un ser ideal, que se llama Dios. Y el hombre se queda para sí con lo débil, lo malo, lo imperfecto. Si algún pequeño bien encuentra en sí mismo, lo considera com o un «regalo» de Dios.

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