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ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. 41 Al lado del Dios que se «ofrece», graciosa y benévolamente, hay que resaltar aquí, com o en toda revelación otro segundo m om en to: Dios se da, pero al mismo tiempo, urge al hombre a que se entregue. Una invitación llena de amor y de exigencia para el hombre. Dios aparece siempre presentísimo y com un ica tivo; pero siempre en c a tegoría de Dios, siempre se revela en Spñor. Con la revelación del nombre «yo soy -con tigo », Dios da un testimonio de que todo El, desde su naturaleza íntima es para el hom bre ; pero también es un testi m on io de su grandeza divina, de su interioridad personal incomu nicable a otro. Dios, pues, es continuamente para nosotros, pero siempre se m a n ifiesta com o Señor. Y , ¿no resultará enojoso para el hombre el te ner que con tar siempre con esta actitud «señorial», divina, de Dios? No, porque si Dios nos revela su grandeza es precisamente para dar mayor hondura y seguridad a la promesa que nos hace, a la invita ción al encuentro con El. El hombre experimenta siempre de nuevo la amenaza de la inconsistencia e inseguridad de su ser. Dios lo sa be. Y por ello, para que la invitación al encuentro adquiera seriedad y responsabilidad ante el hombre, por eso deja siempre entender que la invitación está respaldada por su grandeza. Y precisamente por eso, aún la revelación de su Señorío y majestad, es una seductora promesa que estimula al hombre y le facilita el asentim iento. D iría mos que Dios revela su Grandeza para captarse m ejor la voluntad del hombre y demandar su asentimiento. Los hombres reflexivos sienten, sin cesar, la situación peligrosa en que se encuentra su existencia. Su mismo ser está amenazado por la nada. Por eso, la revelación en que Dios se ofrece para ser su apoyo sustantivo e indefectible, no puede menos de resultar atrayente para el hombre. 'Cuando Dios nos revela su in fin ita grandeza, no es para marcar su distancia de nosotros, ni para alejarnos de sí com o a seres insig n ificantes, ni para abrumarnos con la exh ibición de una majestad que nos oprima. La intención de Dios, al presentarse tan incom pren siblemente grande es demostrarnos su seria decisión de ayudarnos, las inagotables posibilidades de su ayuda puestas a nuestra dispo sición : Dios, todo El, con todo el peso in fin ito de su ser está por nosotros; está a nuestro lado para ayudarnos, para que nos decida mos a encontrarnos con El, y entrar en la participación de su vida, de riqueza infinita. A su lado, en el encuentro con El, deberán crecer nuestras posibilidades y nuestras energías humanas en form a insos pechada e ilimitada. Si hay un límite, es el lím ite que marque nues tra decisión personal, nuestra entrega generosa a él. En el trato con el Dios fuerte, a su sombra, ba jo su protección , crecen nuestras p ro -
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