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Pero ante un Dios que le admite a la alianza consigo mismo, ya sabe el hombre a qué atenerse y cómo comportarse. Una atmósfera de con fianza y seguridad surge en el hom b re; porque, ante un Dios que le habla y quiere dialogar con su creatura, encuentra el hombre incitación y fuerza para la entrega voluntaria al querer de Dios, así com o un ánimo alegre para aceptar la vida y su pesadumbre. Todo esto, así com o el optim ismo que dom ina en la concepción cristiana del hombre y de la vida, es inconcebible sino buscamos su funda mento secreto en la idea de la Alianza de Dios con el hombre. Y más al fond o aúnen la con ciencia viva que el cristiano ha de tenerde ser él un hombre especialmente «elegido-querido-protegido-cu idado» por Dios, el Padre celestial, según dice el NT. La idea de «alianza» y sobre todo de «pacto» puede sugerir, a veces, una con cepción juríd ica de las relaciones d ivino-hum anas; c o mo si la religión fuese una especie de «comprom iso» por ambas par tes, un «do ut des» contratado entre el hombre y Dios. Conviene ale ja r toda apariencia de «comprom iso» por parte de Dios. La idea de la Alianza —prescindiendo de falsas interpretaciones populares que aparecen reprobadas en los profetas del AT.— , se funda en forma absoluta en la gratuita y bondadosa « elección » de D ios: la liberación de Egipto, obra maravillosa, gratuita de Dios. Al resaltar esta bon dadosa iniciativa de Dios en la obra de la Alianza, la soberanía de la personalidad divina queda bien acentuada: el hombre debe d o blegarse siempre al querer de su Dios. Dios impone exigencias al hombre y si le invita gratuitamente a hacer una Alianza de amistad con El, ello no es para vivir cóm odamente al amparo de la defensa de D ios; sino que es una aprem iante e insoslayable llamada a todo el hombre y una exigencia a la entrega total de si mismo a Dios. Es una reacción muy «humana» el que, el hombre que se sienta protegido, abuse de la con fianza de su protector. Particularmente el hombre que se siente seguro ante Dios y protegido por El, tiende a adoptar posturas cómodas, que adulzoren las exigencias ineludi bles de la entrega a Dios, sin reservas egoístas. Los profetas del AT. reaccionaron fuertemente contra esta tendencia a hacer de la re ligión un com odín que perm ita la inercia espiritual ilimitada. Y este es también uno de los valores religiosos más actuales y eternos de la pred icación p ro fè tica : volverle al pueblo de Dios a la inteligencia y comprensión perfecta de las exigencias que lleva consigo la «elec ción» divina: por parte de Dios toda su intervención en la historia de salvación es descrita com o una obra de amor completamente p e r sonal, que en form a intensamente pasional se afana por buscar la confianza del hombre (del Pueblo) y pide de él una respuesta espon tánea, una entrega del corazón decisiva e irrevocable... por parte ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. ? 7
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