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ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. 3 3 que Dios man ifiesta más intensamente su libertad, gratuidad, espon ­ taneidad, es el momento en que Dios se revela en Cristo crucificado «reconciliando al mundo consigo». Y com o consecuencia de haber querido tan intensamente a Cristo crucificado, todas las demás rea ­ lidades son creadas, ordenadas en su actividad, hacia Cristo. El un i­ verso y la historia humana adquieren en El su sentido y destino. La otra man ifestación del señorío de Dios en la historia humana, la Alianza (el AT. y el NT.), testimonian también esta referencia a Cristo: la Nueva y defin itiva Alianza se verifica precisamente en el momento en que Cristo muere en la Cruz. En la Cruz hace a la hu ­ manidad la gracia de elegirla por su Pueblo y se compromete a ser el Dios suyo. Y la humanidad entera, en Cristo, se comprometa a tener a Dios por «su Dios». Que el «reino de Dios» tenga por conten ido sustancial al mismo Cristo es indudable desde la predicación del mismo Jesús. El Bautista predicaba la proxim idad del Reino de Dios. Jesús dice que el Reino de Dios es El mismo. Creer en el Reino, decidirse por el Reino, es decidirse y creer en Jesús. En la predicación y en la actividad entera de Jesús se revela Dios com o el Señor en form a perfecta. Pero sobre todo en su muerte de Cruz. El Reino de Dios sign ifica que la santidad, la Justicia, el amor de Dios, se apodera de la inteligencia y del alma humana entera y la subordina absolutamente a su querer d i­ vino. Y precisamente Jesús cru cificado es el «Obediente por exce­ lencia», entregado al servicio del Padre en la más honda hum illa­ ción , en la ignom inia. No hay form a más intensa y dramática de manifestarse en un hombre el dom inio absoluto de Dios, que la que aparece en Jesús, el crucificado «Siervo del Señor». El milagro es inseparable de toda otra intervención divina en el mundo. La acción divina personalísima, graciosa, se verifica ante todo en lo hondo del espíritu hum ano; pero es el m ilagro, la inter­ vención de Dios en el orden físico, el que nos da la señal más clara e inequívoca de que la mano de Dios está allí. Así el m ilagro resume y garantiza espléndidamente todo otro testimonio de la libertad de Dios en el mundo y de su señorío sobre él. Jesucristo es el máximo Milagro de la mano de Dios y, por tanto, también ba jo este aspecto el más seguro comprobante del señorío de Dios en el mundo. En primer lugar, el hecho mismo de la aparición de Cristo en el mundo, su Cruz y Resurrección, testimonian que Dios dom ina hasta el detalle la historia humana y le ha establecido una fina lidad : preparar la venida de Cristo. Y después de su venida la historia si­ gue su curso guiada por Dios para preparar la Segunda Venida de Cristo com o Señor; cuando el mundo entero será puesto a los pies 3

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