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3 2 PREDIQUEMOS AL DIOS VIVO cepciones a las leyes Inmanentes de la naturaleza y de la historia, en esa misma medida queda patente el dom in io de Dios sobre las fuerzas de la naturaleza y las leyes de la sicología humana. En este sentido los milagros narrados en el NT. y los que suceden en la historia de la Iglesia aportan la mayor claridad y certidumbre. C) Dios, Señor de la Historia en Cristo, crucificado-resucitado .— Desde un punto de vista estrictamente teológico, la suprema m an i­ festación de la absoluta libertad de Dios en el mundo, el signo ine­ quívoco de que todo el acontecer humano está dom inado por E l; y por otra otra parte, la prueba más clara de su originalidad perso- nalísima, de la liberalidad gratuita con que procede en sus obras propias (sobrenaturales) es Jesucristo : H ijo de Dios encarnado, muer­ to y resucitado. San Juan y san Pablo nos dicen que Dios envió, donó su H ijo al mundo. Actos estos en que la más estricta in iciativa y libertad personal queda bien man ifiesta (12). Siguiendo más de cerca el p en ­ sam iento de San Pablo podemos afirmar que toda actividad en la que Dios man ifiesta su libertad personal marca ya una dirección h a ­ cia Cristo: la Obra por excelencia del querer divino. Examinemos brevemente las diversas expresiones del señorío de Dios sobre la historia y su cu lm inación en Cristo cru cificado y re ­ sucitado. La elección de Cristo crucificado, su predestinación es la obra de Dios por excelencia: el querer, la determ inación, la decisión, la in i­ ciativa más personal y más suya — de Dios— es el decidir enviar a su H ijo al mundo. En esta decisión man ifiesta más que nunca su gracia, su liberalidad, su absoluta independencia de toda realidad creada. Todo otro querer, toda otra decisión de Dios en el mundo o acerca del mundo, tiene su fundam ento, su razón de ser, su expli­ cación en Cristo crucificado, querido y elegido por Dios Padre como primogén ito entre muchos hermanos, Prim ogén ito de toda creación eterna, Princip io de los cam inos de Dios (13). Para hacer efectiva esta «elección» de Cristo crucificado, eligió Dios, ulteriormente, todo el orden sobrenatural de los elegidos: la Iglesia del AT. y del NT.; y para lograr el «Pueblo de Dios» que se agrupa en torno a Cristo, para eso creó Dios el universo entero. Porque todo lo creado es de los elegidos, los elegidos son de Cristo y Cristo es de Dios. Para un punto de vista auténticamente cristiano, el m om ento en (12) Jn. 3, 16; G al. 4, 4. (13) C ol. 1, 15 ss. U n acerta d o com en ta rio a este texto pau lin o lo ofrece C a r lo s de V illa p a d iern a , O. P. M . C a p .: Cristo, Principio y Fin del Cosmos, N aturaleza y G racia, 5 (1958) 169-186.

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