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ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. 2 9 de la historia. Las fuerzas productivas y las relaciones sociales se contrad icen sin cesar y provocan revoluciones, que son el fa ctor del desarrollo. Las fuerzas espirituales quedan eliminadas com o factor de la Historia o reducidas a meros resultantes de las fuerzas p ro ­ ductivas y en última instancia, materiales. Si la historia tiene algún sentido será el advenim iento de la perfecta sociedad marxista. El Dios del Mensaje cristiano se caracteriza muy destacadamente por ser el Señor de la historia. Con ello el hombre pierde ese miedo omnipresente a las fuerzas de la naturaleza y se siente protegido por la voluntad benéfica y paternal de Dios. Al mismo tiempo el creyente está seguro de que la historia entera de la humanidad y cada individuo incorporado a ella, tiene un destino claramente d e ­ fin ido, inmanente a la misma historia humana en cuanto que c o ­ m ienza a realizarse en ella ; pero, en realidad, trascendente porque la h istoria humana tiene una finalidad ultraterrená. Veamos ahora el proceso que le perm ite al hombre llegar a ésta captación de Dios com o Señor de la historia. M e jor: los preced í- m ientos por los que Dios se manifiesta ante el hombre com o Señor de la historia. Por la luz natural puede el hombre conocer a Dios y su acción en el mundo. Dios es el princip io y el fin de todo y por tanto tam ­ bién de la historia humana. Pero la acción de Dios está inmersa en la acción y dinam ismo de las cosas; y, por otra parte, Dios se ofrece com o in fin itam ente transcendente. Así resulta muy d ifícil para la teología natural señalar aquí y ahora una acción que pueda decirse obra de Dios. Por eso Dios ha obrado una «nueva creación », un m un ­ do más personalmente suyo y exclusivo: la creación «sobrenatural». Todo lo que llamamos «historia sagrada», historia de la salud, es obra propia y exclusiva de D ios: acción suya que se ofrece con ab­ soluta originalidad, libre e independiente de todas las leyes cósm icas e históricas. Dios interviene en un mundo físico y en la historia hu ­ mana en form a totalm ente defin ida y precisa con unas ca ra cte­ rísticas que deslindan muy bien su acción divina de la intervención de todo agente creado. Y juntam ente con este «nuevo mundo» creado por El, Dios dota al hombre de la perspectiva necesaria para p e r­ cibir la acción d iv in a : le da la perspectiva y el sentido de esta «nueva creación» por medio de la revelación, de la fe, que le perm iten ver las cosas «desde Dios». Desde este alto punto de vista, el creyente (el israelita y el cris­ tiano), va rememorando los hechos fundamentales de la historia de salvación, descubriendo en ellos su sentido divino, hasta que llega a la decidida convicción de la soberanía y libertad de Dios en la historia del mundo: la vocación de Abraham, la liberación de Egipto,

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