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2 6 PREDIQUEMOS AL DIOS VIVO voz de Dios que le invita a amarle sobre todas las cosas, en perfecta solidaridad con la voluntad divina; a decir el Sí total a la inv ita ­ ción que Dios le dirige. C) Dios dialoga con el hombre en Cristo y en la Iglesia .—Dios man ifestó su voluntad de dialogar con el hombre desde el momento en que comenzó a «revelar» su eterno poder y Divinidad a través de las obras de la creación visible. Se intensifica su voluntad de dialogante por el hech o de que al hombre no sólo le hizo una rea ­ lidad de tantas, sino que le dotó de la capacidad de «responder» a Dios. En la Historia de salvación el diálogo entre Dios y el hombre está ya en marcha y se anima en el correr de los siglos. Cuando apareció Jesucristo los hombres hablaron con el mismo Dios sin intermediario. Dios les d ijo a ellos cuál era su nombre, Jesús; oye y atiende cuando los hombres se dirigen a El por este nombre. P o ­ dían alargarle la mano y conversar con El com o lo h icieron N ico- demo y la Samaritana ( Schmaus, 1. c.). Así, pues, el diálogo D ios-hom bre culm ina en Cristo, D ios-H om ­ bre verdadero. Por parte de Dios todo lo que El tiene que decir a los hombres sobre Sí mismo, sobre la intim idad de su vida ; sobre lo que Dios quiere ser para los hombres y sus planes de salvación acerca de ellos; lo que el hombre debe ser para su D ios: todo ello en form a condensada, pregnante, pero clarísima, se lo dice Dios al hombre en Cristo crucificado. Y la respuesta que Dios mismo quiere recibir del hombre está en Cristo y es el mismo Cristo cru ­ cificado. La fórmula de Hb., 1, 1, «últimamente Dios nos ha hablado por su H ijo», quiere decirnos que aquí culm ina el diálogo multisecular de Dios con su creatura. En Cristo llega a ser no ya intercambio de ideas y palabras, sino comun icación de vida. El diálogo, en rea­ lidad, no es más que un sustitutivo de la vida. En la medida en que el diálogo entre dos personas es auténtico, en esa misma medida se va transformando de intercambio de «palabras» en intercambio y comun icación de vida. Si en Cristo Dios realmente sigue hablando al hombre, lo más importante, sin embargo, es que en Cristo Dios se dona al hombre «por la com un icación de una vida indisoluble». Cristo es el Hombre sustancialmente Ungido por la donación a El, por la presencia en El de la Divinidad «corporalm ente» = su s ta n cia l- mente presente. El modelo, ejemp lar perfecto, la forma suma que Dios tiene de «comunicarse» con el hombre es Cristo Jesús. La vida íntima de Dios es «donación amorosa» de vida que va desde el Padre al H ijo y al Espíritu Santo. En el Verbo encarnado se verifica la suprema donación de Dios a su creatura. La Trinidad entera se entrega al hombre Cristo-Jesús, y en El a todo hombre.

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