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ALEJANDRO DE V ILLALMONTE, O. F. M . CAP. 21 II.—RASGOS «PERSONALES» DEL DIOS DE LA REVELACION No es solamente el marxismo el que exige una forma conci'eta y viva de exponer el tema de Dios. Toda la cultura contemporánea está saturada de vitalismo, pragmatismo y subjetivismo. Cuando se pregunta por la verdad siempre se piensa en una verdad que lo sea por referencia al hombre. La verdad no existe sino para la vida y para la acción. La realidad radical es la vida y a ella y a la solución de sus problemas, ha de referirse la investigación, la eterna pregunta por la verdad, los proyectos de solución. Esto vale sobre todo para las verdades de orden religioso: en la medida en que una verdad religiosa ayuda a resolver los problemas de la vida, en esa misma medida es valorizada y tiene sentido para el hombre de nuestros días. Nuestro Mensaje sobre Dios debe venir a llenar estas exigencias vitales. Ten iendo en cuenta que, esta tendencia a acomodarse a nuestros tiempos, en realidad no es más que volver al sentido o ri ginario y eterno de la revelación. Creer en Dios es oír la palabra de un Ser personal que se dirige a nosotros. Este oír la palabra de Dios, en su última exigencia, implica el responderle a El con el si de la entrega to ta l: en la fe, el amor, la adoración. En su más hondo sentido la doctrina revelada (la Teología) no es más que una parte, un aspecto de la A cción Salvadora de Dios. Dios nos salva con su Obra=Cristo crucificado; y el con jun to de verdades que forman la revelación, no es más que preparación , consecuencia y explicación de la Acción con que Dios nos salva en Cristo y de la acción con que nosotros nos entregamos a la Obra salvadora de Dios en Cristo crucificado. Nuestra teología sobre Dios — y más intensamente nuestra pre d icación— no puede ser sino una preparación para el encuentro con El en Cristo. Tenemos que presentar continuamente a Dios com o A l guien que nos invita a la intim idad de su vida, que quiere acercarse a nuestra vida para llevarla a la profund idad de la propia existen cia com o Padre, H ijo y Espíritu Santo. Entonces Dios no quedará allá en la lejan ía del ser Absoluto, del impasible Motor inmóvil del un i verso: logra talla y figura de un Dios vivo, con sus «rasgos perso nales» inconfundibles con los que se quiere mostrar en la Historia de la salvación. En esta dirección hemos de orientar nuestra reflexión, siempre que nos preparemos a exponer el Mensaje cristiano sobre Dios ante los hombres de nuestros días. Las consideraciones que siguen nos ayudarán en esta preparación.
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