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18 PREDIQUEMOS AL DIOS VIVO 53; 52). Tenía conciencia de su grandeza incomparable de Hombre Dios. Y sin embargo, se anonadó a sí mismo tomando la form a de siervo; obedeció hasta la muerte afrentosa de Cruz (Filip. 2, 5s.). Desde la Cruz expresa Jesús su completa renuncia a toda gloria propia, a toda voluntad de disponer de sí mismo. Rechazó la suges­ tión diabólica de querer lograr su grandeza al margen de la misión que Dios le hab ía encomendado. Su acción , su vivir, su muerte fue el SI de la entrega hum ilde al servicio de Dios. Por «servir» a Dios, llegó a conocer Jesús la angustia de Getsemaní y el desamparo in ­ fin ito de la Cruz. Pero El realizó su «servicio de amor», decidido y heróico. C) En Cristo crucificado dice Dios lo que El ”valora” al hombre .— El ateo de nuestros días se ha sentido impulsado a repudiar la idea de Dios, por juzgarla atentatoria de la dignidad humana. De m o ­ mento, parece que la susceptibilidad del hombre preocupado por salvar su dignidad y autenticidad humana, íntegramente humana, se habrá de exacerbar al hablarle de Cristo, cru cificado en acto de servicio a Dios. La Cruz sugiere la idea de lo humano totalmente eclipsado, y com o aniquilado por la irrupción de lo divino. Así parece en un primer momento y ba jo algún aspecto. Pero en realidad es Cristo cru cificado donde Dios manifiesta cuán hondamente p reo ­ cupado está por el hombre y lo valioso que el hombre es ante su estimación. El Cristianismo, frente a cualquier otra religión, tiene la ca ra c­ terística de predicar a un Dios sumergido en la tragedia de la historia humana para aliviarla y ennoblecer al hombre. Toda la Historia Sagrada es una demostración de la preocupación con que Dios está continuamente cerca del hombre, en todas las vicisitudes prósperas y adversas. Dios tiene siempre el rostro vuelto hacia el hombre. Nuestro Dios ha querido ser llamado el Dios de Abraham , Isaac y Jacob. Su nombre en Y a v é = «Y o -s o y -c o n tig o » ; o bien «Emmanuel» — «D ios-con -nosotros». Todo ello testifica que Dios aprecia since­ ramente al hombre. El hombre visto por Dios y desde Dios es ima­ gen del mismo Dios, su vicario en la tierra para gobernarla y se­ ñorearla. El hombre es fruto del Amor caritativo de Dios. Dios llama al hombre a la existencia y la intim idad de su vida. Esta llamada es una auténtica creación y dotación al hombre de la más alta dig­ nidad asequible para su categoría de hombre. Pero la valoración suprema del hombre por parte de Dios está plasmada en form a tangible, escultórica, en el hecho de que «el Verbo se hizo carne y fijó su morada entre nosotros». El Verbo, se ­ gún esto, ha levantado hasta sí la naturaleza humana en las m is­ mas condiciones de existencia en que esta se encuentra en los d e

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