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ALEJANDRO DE VILLALMONTE, O. F. M . CAP. otra fe completam ente contraria y más firme. Nosotros debemos proponer a Dios y su acción presente en el mundo, en forma dog mática (prescindiendo de la «casuística» que ofrezca la cura de a l mas ind ividual): com o un «testimon io», com o la «proclamación» de un h e ch o incontrovertible, gozoso y salvador. Porque Dios se ofrece ahí, delante de nosotros, entrándose por los o jo s : presente en Cristo crucificado, en la Iglesia, en el Predicador evangélico. Ya que éste ha de sentirse y aparecer dom inado por la misión de Dios sobre él y como habitado por la presencia de Dios. Como consecuencia de esta form a de proponer el Mensaje sobre Dios, el hombre tomará con cien cia de su responsabilidad o entonces mismo se constituirá responsable de la decisión que tome ante Dios. D) Cómo explicar la ’’responsabilidad” del ateísmo. Insinuamos una exp licación teológica de esta responsabilidad. Porque sometido el ateo a un examen sicológico, la exigencia y alcance de su res ponsabilidad serían distintos. El teólogo posee otras categorías para juzgar ese m ismo hecho y su significado. Desde esta perspectiva teológica hablamos ahora. La posibilidad y el h ech o h istórico del ateísmo, del desconocim ien to de Dios, aparece en el mundo únicamente com o e fecto de una situación pecam inosa voluntariam ente provocada p or el hom bre: el pecado original. Dentro de esta situación pecam inosa universal germ inan los pecados estrictamente personales y los pecados socia les que empeoran ilim itadamente aquella situación. Si, a veces, se da el ateísmo sin pecado personal, sin ignorancia voluntariamente bus cada ; pero siempre permanece cierto que, aún en cada hombre par ticular, el ateísmo es e fe cto del poder del pecado que h a entrado en él y le domina. La Predicación cristiana no puede dejar de re cordar esta tremenda realidad de la existencia hum ana : el pecado y su fuerza de acción en tod o hombre que viene a este mundo. El ateísmo hace su aparición en el hombre por in fluencia del «myste- rium in iqu ita tis»: com o efecto o com o castigo del p ecado ; p or in fluencia de los poderes infernales. Nada extraño, según esto, el que san Pablo señale el descono cim iento de Dios com o un efecto muy destacado de la ira de Dios sobre el hombre. Porque en la actual E conom ía sobrenatural, el c o nocer a Dios es ya una «gracia» del m ismo Dios. A la inversa, el desconocim iento de Dios, el desplazar a Dios del sentido fundam en tal de la vida humana, no le acontece a nadie sino com o resultado de la justicia de Dios sobre él, castigando su «pecado». Finalmente, se puede urgir esta responsabilidad en form a más inm ediata y personal por el hecho, normal desde el punto de vista teológico, de que todo hombre que recibe la gracia externa de la
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