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132 LA CONQUISTA DE UN «MUNDO MEJOR» el que es Padre común de todos, y se sentían acuciados por anhelos más infinitos, sin duda, que los que animaron a los mismos descu ­ bridores del Nuevo Mundo. No era sed de oro ni apetencia de plata, lo que sen tían ; sólo les abrasaba una idea : ganar almas para Cristo. Portar las doctrinas evangélicas y convertirlas en vivencias de corazones; he ahí su único anhelo. Y después de once días de navegación, por fin, el 22 de mayo llegábamos a Río Janeiro, ciudad «portento de mares, de cumbres, de bosques y firmam ento», com o la bautizó el poeta Salvador Rubio. Mientras el barco entraba lento y majestuoso en el puerto, tu ­ vimos oportunidad de admirar la belleza incomparable de R ío Janeiro. Los amigos y fam iliares de los pasajeros y los curiosos, se agol­ paban en el muelle. También a nosotros nos esperaban corazones amigos y hermanos en Cristo: Los directivos de la Confederación de Religiosos en Brasil, habían acudido a darnos la más cordial bienvenida en nutrida representa­ ción de hábitos monacales y de corte de caballeros. Esta entidad funciona maravillosamente y cuenta con ed ificio propio, donde tiene instaladas sus oficinas, amplias y dotadas del material más m o ­ derno, y dispone de recursos económ icos su ficientes para subven­ cionar a la no exigua plantilla de funcionarios que allí trabajan en las diversas secciones de ayuda a las Comunidades residentes en el país, de fom en to y reclutación de vocaciones religiosas, de prob le­ mas de prensa, radio, cine y televisión, de estudio de cuestiones de enseñanza y de apostolado, de agencia de viajes y de asesoram iento en asuntos eclesiásticos y civiles... No hay tema que a fecte a las Ordenes e Institutos Religiosos, que allí no se solvente. Disponen incluso de un equipo de vehículos, desde el tipo b i- personal hasta el autobús de 20 a 40 plazas, para todos los servicios de apostolado o de b eneficencia y hasta para trasladar a las Uni­ versidades y Academias o Facultades Superiores, a aquéllos de sus asociados que cursan estudios especiales. Y allí estaban ahora con sus «carros», prestos a conducirnos, una vez efectuados los trámites aduaneros de rigor, a las distintas residencias de nuestro hospedaje y a llevarnos en ameno paseo por lo más cén trico de la urbe. Tan insospechada delicadeza exigía, por nuestra parte, una visita de agradecim iento, que no se hizo esperar. Y fué entonces cuando, en un gesto de gentileza americana, la Con federación se hizo cargo de la tram itación y papeleo de los pasajes que precisábamos para emprender en avión al día siguiente, 25 de mayo, un vuelo de mayor extensión que la que cubre de Moscú a Tánger; y pusieron sus c o ­ ches y conductores a nuestra disposición para visitar la ciudad y los paisajes más pintorescos de su contorno, y hasta subimos al em

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