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P . CARLOS DE VILLAPADIERNA, O. F. M, CAP. 127 tituye el primer almanaque agrícola: una serie de instrucciones de un gran jero o agricultor a su h ijo. Un m ito de 200 líneas cuenta cóm o la diosa Inanna viene a des­ cansar acostada a orillas del jard ín de Shuqallituda. Este la espía, y luego, amparado en la obscuridad de la noche, abusa de ella. Cuan­ do llega el día, Inanna mira en torno suyo para descubrir al cu lpa ­ ble. No lográndolo, envía a los Sumerios tres plagas: llena de san ­ gre los pozos del país a fin de que las palmeras y las viñas sean em ­ papadas en sangre; desencadena sobre la región vientos y torm en ­ tas desvastadores; la naturaleza de la tercera plaga es desconocida, porque la tabla está en mal estado. CONCEPCION DEL MUNDO Y DEL HOMBRE Como todos los pueblos, los Sumerios se preguntaron acerca de todo cuanto rodea al hombre. Los Sumerios no lograron elaborar una verdadera «filosofía» en el sentido que se da hoy a esta palabra. Sin embargo, reflexionaron y especularon sobre la naturaleza del un i­ verso, su origen y más aún, sobre la organ ización y funcionam iento. La cosmogonía presenta varios m itos poniendo en escena a Enki, Inanna, Nimah, Ninlil. Al describir el m ito célebre de Enki y N in- hursag (278 líneas), Kramer recuerda la similitud del nombre de Eva y el sumerio « t i» : costilla, v id a ; similitud propuesta por otros antes. Pero, com o dice el P. Tournay, hay que descon fiar de estas ana lo­ gías cuando falta el anillo intermediario babilón ico (6). De acuerdo con su con cepción del mundo, los pensadores sume­ rios tenían una visión relativamente pesimista del hombre y de su destino. Estaban presuadidos de que el ser humano, amasado de ar­ cilla, había sido creado para servir a los dioses, a fin de abastecerles de alimento, de bebida, de morada, para que pudiesen entregarse libremente a sus actividades divinas. La vida está llena de in certi- dumbres, porque es incapaz el hombre de prever el destino que le asignan los dioses, cuyos designios son inescrutables. Después de la muerte, el alma es una sombra impotente, errante en las tin ie­ blas lúgubres de los infiernos, donde la vida es un triste re fle jo de la vida terrestre. El hombre ha sido creado para capricho y servi­ cio de los dioses; carece de libertad; solamente los dioses son in ­ mortales por una ley transcendente e ineludible. Según sus cr ó ­ nicas, los Sumerios insistían en la bondad y verdad, en la justicia, la ley, el orden, la piedad, la compasión ... En un h im no a Enlil (17 (6 ) R e v u e B ib liq u e 64 (1957), 267.

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