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P . BERNARDINO DE ARMELLADA, O. F. M. CAP. 1 15 naturaleza, se incluye simultáneamente una capacidad positiva de p erfección en la linea de la misma naturaleza. La explicación, por tanto, puede dar la impresión de suficiente y razonable. La primera duda se presenta cuando se reflexiona más sobre esa intensificación en el ser por la aproximación a la causa primera en cuanto razón en sí misma del ser de todas las cosas. ¿No será a modo de potencia lógica y genérica, común a todos los seres, aún los no racionales? Porque en todos se encuentra el citado segundo aspecto de la creatura, a saber, no tener la razón de su ser en sí mismos. Y el sobrenatural, no puede dudarse, es una p erfección exclusiva de los seres racionales. Quizá no deba tenerse demasiado en cuenta esa d ificu ltad si ad ­ vertimos que puede tratarse de posesión de la razón de ser en cuanto razón, cosa posible sólo en una creatura racional. Existe otra d ificu ltad que estimamos bastante más seria. El s o ­ brenatural consiste ciertamente en el derecho de que la creatura racional adquiere una relación real — que debe completarse en la visión intuitiva y en el amor inmediato— con Dios en cuanto que es Trinidad, en cuanto subistente en tres personas. Es igualmente cier­ to que Dios, com o subsistente en sí mismo, es naturalmente incom u ­ nicable. Cierto también, en tercer lugar, que ninguna creatura posee en sí misma la razón total de su ser. Lo que no parece ya tan claro es cóm o la aproximación a la ra ­ zón misma del ser que trasciende a las creaturas pueda, por simple intensificación en el orden del ser y en la línea m isma de la crea ­ tura, convertirse en cambio adecuado para llegar a la Trinidad. Pues es una proximación a Dios en cuanto que es nuestra razón de ser, m ientras que Dios no es nuestra razón última por subsistir en tres personas, sino en cuanto que posee una subsistencia absoluta en relación con las creaturas. Y en esto estriba toda la razón de d i­ versidad on tològica entre Dios y las creaturas. D istinción que no se destruye, sino que se trasciende en el orden sobrenatural, que no es una relación nueva a Dios en cuanto absolutamente subsisten­ te, sino en cuanto que es Trinidad. Es el P. Mersch mismo quien nota con insistencia cóm o el sobrenatural se especifica por la c o ­ mun icación personal de la T rin idad : El Verbo que se comun ica sus­ tancialmente en Cristo y accidentalmente en nosotros. Es preciso, pues, hacer resaltar cóm o el P. Mersch, al partir de los datos de la revelación, consigue una síntesis admirable y bellí­ sima del m isterio de nuestra elevación a la Trinidad por Cristo. Sin embargo, después, en el intento de explicación racional no llega tan fácilm ente a ese orden sobrenatural en la Trinidad. Tal vez en todo lo d icho encontremos el esquema de un pequeño

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