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P. BERNARDINO DE ARMELLADA, O. F. M. CAP. 1 0 9 también, en un proceso auténticamente teológico que proceda fun ­ damentalmente de la revelación, el primer princip io lógico. 4) De esta manera, en fuerza de un estricto raciocin io, se ten ­ drá que partir del concepto de sobrenatural en Cristo para llegar a vislumbrar lo que intrínsecamente importa en nosotros la elevación al orden divino. He aquí brevísimamente lo que la Teología, guiada por la fe, en ­ seña sobre Cristo: Su naturaleza humana es completada en el or­ den de personalidad por el Verbo, segunda Persona de la Sma. T ri­ nidad. Así entra la humanidad de Cristo, en cierto sentido, en el campo m isterioso y naturalmente impenetrable de las relaciones tri­ nitarias. El hecho de este encuentro sobrenatural entre una natu ­ raleza humana y una persona divina supone una transformación en algunos de esos dos polos que naturalmente nunca se unirán. Y porque Dios es inmutable, sólo de parte del elemento humano queda la posibilidad de un cambio. Por tanto, esta naturaleza humana de ­ berá estar adaptada a su cond ición nobilísima de ser naturaleza del Verbo, del H ijo de Dios. Por otra parte la adaptación no debe alterar en lo más m ínimo su cond ición de naturaleza hum ana ; pues esto, más que adaptarla, la convertiría en algo distinto de sí misma. Más adelante se hará referencia a cóm o es posible explicar en algún modo este nuevo tipo de ser en que un hombre es verdadera­ mente Dios. Por supuesto que para designar este nuevo m odo de ser hay que buscar térm inos que la filosofía aristotélica, basada ún i­ camente en el mundo natural, ni vislumbró siquiera: un m odo de ser sobrenatural que Mersch llama ser de unión (esse unionis), y ante el que se impone la revisión de la misma noción de ente. Una nueva ontología, que no podrá ser opuesta a la filosofía perenne, pero que trasciende las categorías de la misma. Así se da por expuesto, tal vez excesivamente compendiado, el cuadro teológico en que se ha de situarse la on tología sobrenatural del P. Mersch. También de una manera breve pasamos ahora a dar cuenta de esa ontología. Hay que prestar atención ya desde el princip io a la gran d ifi­ cultad del problema del. sobrenatural. Esa gran paradoja de tener que unir dos extremos, cuya conciliación aparece imposible en pura filo so fía : El orden sobrenatural debe, en primer térm ino, hallarse b a jo algún aspecto en la misma línea del orden natural para poder ser auténtica p erfe cción del mismo. Y, sin embargo, para conser­ var su carácter de sobrenaturalidad, es preciso que trascienda to ta l­ mente el ámbito de las cosas naturales de modo que ninguna de

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