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9 0 EL CAPITALISMO Y LA DOCTRINA CATOLICA «Frutos naturales del sistema: Ni se diga que tales atrocidades son un fenómeno transi­ torio, que suele acompañar a todas las grandes revoluciones, o excesos aislados de exasperación, comunes a toda guerra (alu­ día a los horrores del comunismo en España); no, son frutos naturales de un sistema falto de todo freno interior. El hombre, individual y socialmente, necesita un freno. Hasta los pueblos bárbaros tuvieron ese freno en la ley natural, esculpida por Dios en el corazón de todo hombre. Y cuando esta ley natural fué mejor observada, se vió cómo antiguas naciones se levan­ taban a una grandeza que deslumbra aún, más de lo que con­ vendría, a ciertos observadores superficiales de la historia hu ­ mana. Pero cuando del corazón de los hombres se arranca hasta la idea misma de Dios, las pasiones desborbadas los empujarán necesariamente a la barbarie más feroz» (9). «Ese es, desgraciadamente, el espectáculo que contempla­ mos: por primera vez en la historia, asistimos a una lucha fríamente intentada y arteramente preparada por el hombre contra todo lo que es divino. El comunismo es, por naturaleza, antirreligioso, y considera la religión como el opio del pueblo, porque los principios religiosos, que hablan de la vida de ul­ tratumba, impiden al proletario aspirar a la consecución del paraíso soviético, que es de este mundo» (10). 7.— EL SOCIALISMO También el socialismo, como tal, ha sido reprobado por la doc­ trina católica. Para nuestro presente propósito basten estos dos tes­ timonios irrecusables: «Pero, ¿qué decir en el caso de que el socialismo de tal ma­ nera se modere y se enmiende en lo tocante a la lucha de clases y a la propiedad privada, que no se le pueda ya repren­ der nada en estos puntos? ¿Acaso con ello abdicó ya de su naturaleza anticristiana? He aquí la cuestión, ante la cual se quedan perplejos muchos espíritus. Y son muchos los cató­ licos que, sabiendo perfectamente que nunca pueden abando­ narse los principios católicos ni suprimirse, parecen volver sus ojos a esta Santa Sede y pedir con instancia que resolvamos, ( 9 ) I dem , Ibid., n. 21 . ( 10 ) Id., Ibid., n. 22 .

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