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86 EL CAPITALISMO Y LA DOCTRINA CATOLICA 3.— EL CAPITALISMO El capitalismo ha revestido varias formas a lo largo de los siglos que lleva existiendo y actuando. El nombre es relativamente moder­ no. Las palabras capital y capitalismo aparecieron por primera vez (que yo sepa), en la obra L’organization du travail (Paris, 1850), del socialista francés Luís B l a n c . Veinte años más tarde el economista alemán A l b e r t o S c h a e f f l e las opuso al término socialismo ; con lo cual contribuyó a que fuesen universalmente adoptadas. Pero si el nom­ bre es reciente, el sistema es bastante más antiguo; ha adoptado variadas formas y es susceptible de diversísimas apreciaciones. En la encíclica Quadragésimo anno (15-V -1931), el Papa Pío X I exami­ na y critica severamente los vicios de la economía moderna, de la que afirma con frase lapidaria: «Eamque gravissimis vitiis laboran- tem agnovimus»: pero en el gran documento pontificio no se en­ cuentra nunca la palabra capitalismo quizá por ser de significación vaga e incierta. Un erudito expositor de las doctrinas sociales de la Iglesia (5), consigna diez opiniones acerca del elemento específico del régimen capitalista, todas distintas y hasta discordantes entre sí, tomadas de otros tantos autores: economistas, sociólogos, filóso­ fos peritos en esta materia. Acontece con esta noción lo que con algunas otras: puede tomarse en cierto sentido amplio como tam ­ bién en otro más restringido. En sentido amplio pudiera definirse como el régimen que, ba­ sado en la propiedad privada de los medios de producción, concu­ rre al progreso económico por la acumulación sistemática y el em­ pleo eficiente de capitales o circulantes o fijos. En dicho régimen se da distinción entre el capital — acciones, obligaciones, instalaciones, etc.— , remunerado con el interés;y el trabajo remunerado con el salario. Dicha distinción es funcional, no necesariamente personal; pero dentro del sistema su función es distinta según la distinta for­ malidad, aunque sea idéntica la persona. Sabido es que el capital — sobre todo las máquinas— han contribuido poderosamente al au­ mento de producción de bienes económicos, explotando mucho más eficazmente los recursos naturales y poniendo a disposición del hom ­ bre nuevas fuerzas físico-químicas. «Para que la acumulación del capital guarde toda su fecun­ didad importa que intervenga la innovación. Es aquí donde apa­ rece con toda su importancia el papel del empresario capi- (5 ) B r u c c u l e r i , S. J., II Capitalismo, Roma, 1939, p. 5-7.

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