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P. PELAYO DE ZAMAYON, O. F. M. CAP. 85 De todo lo cual se desprende que el comunismo se opone radi calmente y de modo irreconciliable a la Iglesia; no sólo a la Cató lica, sino a todas: y no solamente a las Iglesias o formas jerarqui zadas de la organización religiosa, sino también a la religión como tal, a toda religión organizada de cualquier forma que fuere, o pro fesada individualmente sin organización alguna. Y todo esto lógi camente: pues para el comunismo no se da en la realidad más que la materia: por lo tanto no puede existir ningún espíritu. Pero si no existe el espíritu, no hay Dios. Y si no hay Dios, toda religión es una farsa. La tarea, pues, del comunista en este asunto se reduce a explicarse, y a explicarnos, por qué ha aparecido entre los hom bres semejante farsa; por qué es tan universalmente creída como cosa seria y en tal sentido practicada y defendida; de dónde le viene esa fuerza que despliega bajo diversas formas; cuándo deberá de saparecer y cuáles son los medios para liberarnos de su pernicioso influjo. Conocida es la explicación que dan. Por ella podemos sospechar — ya anticipadamente— las injurias que contra la religión han de proferir en fuerza de su sistema preconcebido, aún en la hipótesis de que la historia no ofrezca motivos de reprensión; cuánto más si la conducta de tal o cual iglesia o secta religiosa hubiere dado a lo largo de la Historia ejemplos dignos de reprensión o menosprecio: cosa tan verosímil y fácil, dada la inconsecuencia lógica que en la vida vivida suele ofrecer de cuando en cuando la conducta de los hombres, aun la de aquellos que estamos en posesión de la verdad. Pues bién, ¿qué valor tienen esas «malévolas insinuacione» di fundidas por los comunistas y denunciadas por el Papa? O concre- tizando más y circunscribiendo el alcance de la pregunta: ¿Cuál ha sido en el transcurso de la Historia y continúa siendo en la actua lidad la doctrina de la Iglesia Católica sobre el capitalismo? ¿Cuál su conducta con relación a él? Es cuestión histórica: debe ser tra tada y resuelta sin prejuicios. El abrigar a priori un concepto pe yorativo de la Iglesia o del capitalismo, o de los dos simultánea mente y a través de esa desestima ver e interpretar los aconteci mientos históricos equivale a deformar la visión objetiva de la rea lidad examinada: la cual fué la que fué y como fué, independiente mente de las ideas preconcebidas, a través de las cuales algunos se obstinan en mirarla desde hace varios lustros. hemos h ech o; pero desgraciadamente, aún no está enteramente liquidado. Hay m iembros del partido que se oponen a la propaganda antirreligiosa; a esos hay que echarlos de las filas del comunismo». En Joaquín Azpiazu. M anuel T ria- na, S. J., La Encíclica « Quadragesimo Anno», Burgos, 1938 , p. 259 .
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