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P. PELAYO DE ZAMAYON, O. F. M. CAP. 1 0 3 S í; la Iglesia ha condenado siempre (entonces y ahora) la usura; detestó la avaricia en general; teólogos y predicadores de consuno razonaron y divulgaron las condenaciones pontificias. Esas cond e­ naciones, esa doctrina ilum inaron la inteligencia y corroboraron la fuerza moral de los fundadores de empresas; con eso contribuyeron a dar una base más sólida al capitalismo. El cual — dígase lo que se quiera— puede existir y actuar (y algunas veces ha existido y a c­ tuado), sin los excesos o vicios que el ca tolicism o y el comunismo de­ testan. 16.—ALCANCE DE LA ACUSACION COMUNISTA A pesar de eso, los comunistas repetidas veces han lanzado c on ­ tra la Iglesia católica el reproche de ser aliada del capitalismo o de los ricos para la explotación del proletario o de los pobres. Con modos a veces menos violentos también los anarquistas, socialistas y socialistóides han repetido acusaciones similares. «Debemos mucho al catolicismo de las ca tacum bas; pero muy p o co al catolicismo de los bancos», proclamaba con cierto dejo de sorna un capitoste rad ical- socialista en el Parlamento francés. ¿Qué ju icio merece semejante acusación marxista? Ante todo, convendrá deslindar esos con cep tos: Propiedad, rique­ za, capitalismo. Parece bien claro que se trata de ideas distintas, a las que corresponden realidades bien diferenciadas. O, eso mismo d icho con otros térm inos: parece evidente y hasta de dom in io vulgar que pueden darse y se dan de hecho, propietarios que no son ricos ni pueden ser considerados com o tales. En España, la mayoría, la inmensa mayoría de propietarios viven muy lejos de la opulencia. Algo parecido acontece en el resto del mundo, aunque con notables variantes. Evidente asimismo parece que ha habido durante muchos siglos — y los hay todavía— ricos que no han sido y no son capitalistas. Esto constituye un hecho h istórico innegable. También es claro — aunque no tan evidente com o lo anterior— que dentro del capitalismo caben dos tendencias: la del capitalismo practicado según los mandam ientos de la moral cristiana, y la del capitalismo utilitarista que se gobierna por la moral del «homo oeconom icu s», liberal manchesteriano. El capitalismo de la primera tendencia reconoce los valores superiores del espíritu y puede ser ca tólico creyente y practicante. El de la segunda term inará por ser de hech o materialista y anticristiano, aunque no niegue explícita­ mente a Dios ni apostate del cristianismo.

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