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P. PELAYO DE ZAMAYON, O. F. M. CAP. 101 colectores son convertidos y empleados de nuevo por los banqueros de la Curia, que son verdaderos capitalistas; y actúan com o tales, reunidos en grandes sociedades, con sucursales, corresponsales y agentes com isionistas en las regiones más diversas: Francia, España, Inglaterra, Alemania y hasta Persia y en la India. Porque hay que recordar que no se lim itaron a los asuntos de banca, sino que em ­ plearon en empresas comerciales e industriales los recursos de que disponían — los suyos propios y los que detentaban por cuenta de la Curia romana— . Estos banqueros fueron primeramente romanos y de Luca o de Sena: Los R icciardi, los Salimbeni, los Buonsignore. Después fueron principalmente floren tinos: Los Bardi, los Peruzzi, los Acciaiuoli y mucho más tarde los Medici. A su vez, algunos príncipes de la Ig le­ sia, com o el Obispo de Durham, se lanzan a empresas capitalistas en Inglaterra, en Alemania, en P o lon ia ...; hasta el Papa Pío II con s­ tituyó en 1470 la Societas Aluminum, para extraer el alumbre de las minas de Tolfa y de Isch ia con m onopolio de venta en la cristian ­ dad, con resultados tan excelentes que de la sociedad en cuestión recabó el Papa hasta 100.000 ducados por año. En vista de este desarrollo histórico, que duró más de dos siglos, y apoyándose en las pruebas fehacientes de la historia, se ha podido establecer la siguiente tesis: «Los primeros capitalistas son oriundos de la Iglesia y han sido sostenidos por ella» (31). Esta proposición ha parecido mal sonante a algunos econom istas católicos contemporáneos, mal avenidos con todo capitalismo. Am in - tore Fan fan i (32), ha creído oportuno a este respecto distinguir en el Papado dos m odalidades: una la de moderador supremo de la vida moral de los ca tó licos; otra la de órgano de gobierno de un Estado temporal y también órgano adm inistrativo de los bienes tem ­ porales de la Iglesia. De form a que los Papas, com o maestros en materia de costumbres, no cooperaron al nacim iento y desarrollo del cap ita lism o: en cambio, com o soberanos temporales y aun com o ad ­ m inistradores de bienes económ icos eclesiásticos... Hay que reconocer que la distinción es sútil, com o de profesor que defiende su tesis; com o de político que sigue un partido; como de italiano que siempre hallará recursos para escapar a una d ifi­ cultad demasiado enojosa contra el propio sistema. Lo malo es que (31) Dauphin Meunier, A., La Iglesia ante el Capitalismo, 1956, Valencia, pàgina 21. (32) Le orìgini dello spirito capitalistico in Italia, efaa, M ilano, pp .140 ; 151- 156; Catolicismo y Protestantismo en la génesis del capitalismo, 1953, Madrid.

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