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1 0 0 EL CAPITALISMO Y LA DOCTRINA CATOLICA ble alcurnia y sangre, aunque en el régimen dé pobreza al tra ­ ba jo y riqueza al capital. En este plan, el capitalismo se h u ­ biera conservado en su puesto; en él hubiera ido dando al tra ­ ba jo su m erecido; en él hubiera visto su hermano, y en o ca ­ siones hubiera hecho al mismo trabajo adm inistrador de sus propios bienes. Así hubieran convivido bien los dos elementos que general­ mente sólo por la fuerza convivían en un régimen de dureza de relaciones y de tirantez de situación. Lo que más mata al capitalismo es la concen tración de las empresas, con la consiguiente deshumanización de las mismas. Por eso, cuando la econom ía precapitalista (la aldeana, la coop e ­ rativa) no conoció estos daños, vivió tan espléndidamente» (29). Cuando los sociólogos y econom istas — católicos y no católicos— disertan sobre el capitalismo, se ciñen con relativa frecuencia al régimen económ ico que comenzó a dom inar en Occidente hacia la segunda m itad del siglo x vm . Mas el capitalismo no nació hace dos cientos años, sino mucho antes, en pleno siglo xiv. Presenta ca ra c­ teres notablemente distintos del régimen capitalista contemporáneo, com o es natural; más no por eso deja de ser verdadero capitalismo en el sentido amplio de esta palabra. La historia de la Econom ía nos presenta numerosos ejem p los: los más célebres y aleccionadores a nuestro presente propósito de exponer la mente de la Iglesia acerca del capitalismo son los banqueros de la Curia romana, algunos Pa ­ pas, los Montes de Piedad inspirados y propagados por predicadores franciscanos con la aprobación pontificia , Jacques Coeur y los Fugger (30). Un par de observaciones acerca de los primeros y los últimos resulta oportuna a nuestro intento. Durante el siglo x iv la práctica fisca l de la p on tificia se hizo m etódica y penetrante por un cúmulo de circunstancias históricas de aquel agitado período de la h isto ­ ria de la Iglesia, de Europa y del mundo oriental. Uno de los p rin ­ cipales servicios de la Curia es la recaudación de los impuestos, que el Papado recaba de la cristiandad: Dinero de S. Pedro, décimas, annatas, tasas excepcionales para subsidiar las cruzadas, expecta ­ tivas, derechos Cancillería, e tc.; todo ba jo la supervisión de la Cá­ mara Apostólica dirigida por el Camarlengo. Para ese fin la cris­ tiandad está dividida en colecturías. Los fondos percibidos por los (29) Ob., cit., p. 79. (30) Cf. Dauphin Meunier, A., La Banque à travers les âges, Paris, 1937, t. I, pp. 187-239. Thompson, Economic and Social History of Midie Age, New -York, 1931.

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