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P. PELAYO DE ZAMAYON, O. F. M. CAP. 9 9 para practicar la caridad y la justicia social, para refrenar el egois­ mo y la codicia, para estimular a cooperación . 2.— La reforma e con òm ica : Más equitativa distribución de la ri­ queza; más eficaz cumplim iento de la fun ción social de la p rop ie­ dad privada ; salario fam iliar; subsidio fam iliar com plem entario; seguro con tra los peligros o riesgos económ icos; posibilidad de que todo obrero llegue a transformarse, en propietario. 3.— La reforma in stituciona l : A) Por parte del Estado: Legislación social, no socialista, ni liberal, ni autocràtica. B) Por parte de las «profesiones» : El corporativismo, complemento del sindicalismo. 4.— Colaboración in ternacional: para establecer y mantener la paz ju sta ; disminuir los armamentos; ordenar las mutuas relaciones e c o ­ nóm icas, distribuyendo equitativamente las materias primas de todo el orbe. Todos estos remedios se hallan ampliamente consignados en va ­ rios lugares de los documentos pon tificios de orden social, de todos conocidos: Las Encíclicas Rerum novarum , Quadragessimo anno, D i­ vini Redem p toris, Caritate Christi; los Rad io-M en sa jes de Navidad (singularmente el de 1942); los discursos del 13 de jun io de 1943 y del 13 de sep tiem bre de 1944. Se omite el citar números particulares por no multiplicar referencias innecesarias. En cuanto a la parte técn ica del capitalismo, la Iglesia no se pronuncia oficia lm en te: el régimen capitalista es un instrumento eficaz de producción de bienes económ icos; moralmente es ind ife ­ rente, com o son en general los instrumentos: será bueno o malo, según el empleo que de él se haga. Acerca de ese m ismo aspecto técn ico muchos especialistas (c a ­ tólicos y no católicos) se afanan por inventar y aplicar la ansiada reforma que salve al capitalismo de la ruina que le amenaza, si no se corrige de sus defectos. No es del caso referir aquí tales recursos proyectados. Modestamente opino que el más sencillo —y acaso tam ­ bién el más eficaz— sea el indicado por el erudito y competente P. Azpiazu, resumiendo con recto criterio lo más maduro de las en ­ señanzas de varios sabios acerca de este grave tema: «La idea fundamental, a mi ju icio, para salvar el cap italis­ mo, es conservarlo dentro de los cauces de los que nunca debió salir. Por mucho que el capitalismo sea un sistema en el que p re­ dom ine el capital, nunca, a pesar de su abundancia, ha debido el capital ponerse sobre el trabajo, que es infinitam ente más noble. O, lo que es lo mismo, nunca ha debido tratar com o in ­ ferior al trabajo, sino com o superior, com o a algo de más n o

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