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4 4 V IS IO N C R IS T O C E N T R IC A .. exigencias y un área natural de acción. Pero lo más típico en él, la vida sobrenatural de que es portador, es un orden gratuito de Dios. Y precisamente para salvar esta gratuidad de la vida sobre­ natural en el hombre se impone la necesidad de acentuar más el plano de las exigencias humanas. Así será históricamente el error de Bayo el que más contribuya a distanciar lo natural y lo sobre­ natural en el hombre aún a costa del orden real decretado por Dios. Frente a la «exigencia jurídica» de Bayo está el concepto de «na ­ tu ra p u ra » , algo que quiere definir al hombre por su capacidad de acción y de logro según un ser que nunca tuvo realidad. Posterior­ mente el Concilio Vaticano consagra esta distinción entre lo natu­ ral y lo sobrenatural estableciendo los límites del reino de la na ­ turaleza y de la gracia. Cualquiera que sea el alcance del concepto de «naturaleza» en las definiciones del Concilio, lo cierto es que la «na tu ra leza p u ra » es concebida como una necesidad para salvaguar­ dar la gratuidad del otro orden, que es el real y lo primero querido por Dios. Y a pesar de la inexistencia de esa pura naturaleza facili­ ta la comprensión y fija límites a la capacidad humana. Esta concepción típica de la naturaleza humana encuentra una confirmación más en la cuestión del apetito natural y elícito de la vida beatífica. Aunque no se pueda fijar con precisión la mente de Santo Tomás, ha figurado como nota peculiar del tomismo la de­ fensa del apetito elícito sobrenatural de la visión beatífica. Con ello se niega la capacidad natural de la creatura de aspirar a un fin que excede a sus posibilidades naturales. Esta tendencia a rebajar al hombre a un plano que le es «debido» por su esencia, tiene sus repercusiones también en la acepción de la cosmogonía. Las cien­ cias naturales se mueven en el plano de lo natural y se rigen por las causas segundas y por sus leyes propias. Por su calidad de crea- turas guardan una relación esencial a Dios como causa, sin que por ello reflejen en sí nada de la vida trinitaria. E l «s e n tid o p ro p io» y la v irtu a lid a d p ro p ia de la cau sa segund a han dado origen a una cultura y a una ciencia autónoma. Y por lo mismo con valor propio aún sin conexión al orden de la redención. En definitiva, toda la concepción del orden sobrenatural según la corriente tomista tiene un carácter de «complementariedad» e in ­ curre en el peligro de hacerlo superfluo (5). Parece como si lo pri­ mero querido por Dios hubiera sido la dimensión de lo natural en el hombre con la capacidad de cumplirse en plenitud; lo sobre­ natural es algo que le sobreviene, y, apurando extremos, algo in ­ cluso que impide el desarrollo de lo constitutivo del hombre. Cier- (5 ) M . S c h m a u s : Katholische Dogmatik, 4 ( M ü n c h e n ,, 1 9 4 9 ), I I , 198.

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