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P . JO A Q U IN DE E N C IN A S , 0 . F . M . CA P. 43 del orden sobrenatural, como se advertirá enseguida. Importa ya señalar aquí, por la inevitable referencia a la Antropología, que el hombre será también objeto de dos saberes distintos. O, con otras palabras, que sobre el saber teológico existe otro saber igualmente objetivo e igualmente autónomo, que es el saber natural filosófico. En cierto sentido pudiera decirse que se le contrapone y, desde lue­ go, está completamente desligado del unicus ordo supernaturalis, cu­ yo centro es Cristo. * Esta división fundamental en el plano teórico tiene un reverso en el orden real y viene insinuada en el mismo Santo Tomás por la contraposición de «causa p rim e r a » y « causas segundas». (4). Esta doble serie de causas divide el mundo por igual en dos mitades: una mitad « s o b re n a tu ra l c ris t ia n a » y otra mitad « n a tu ra l n o c r is ­ tiana». En la causa primera que es Dios, uno y trino, se comprende toda la vida íntima de Dios y sus operaciones ad extra. Todo el or­ den sobrenatural y sus relaciones con Cristo se limita a esta es­ fera. Las causas segundas, aún presuponiendo la primera, tienen su marco propio de acción un poco distanciado del sobrenatura- lismo de la «causa primera». Esta doble serie de causalidad no es negada por el escotismo que se basa igualmente en la doctrina aristotélica. La diferencia más notable está en que al principio y al fin de esa doble serie de causas se coloca, en el caso del tomis­ mo, el Verbo espiritual, lo absoluto, un concepto general en contra­ posición al «Cuerpo del Señor» y su función formadora del mundo según la doctrina escotista. Esta doble serie de causas da origen a los dos mundos distintos, esencialmente distintos de la natura­ leza y de la gracia y bajo un punto de vista especulativo introduce metodológicamente la línea de separación entre el saber y la fe, entre la revelación y la razón. En esta concepción dualista del mundo el concepto del hombre tenía que presentar también una interna escisión. Santo Tomás sig­ nifica también en este caso el punto de transición entre la Teolo­ gía patrística y la Teología posterior. Aunque Santo Tomás no pien­ se, ni siquiera en hipótesis, en el fin natural de la creatura racio­ nal, deja ya sentada la base para una Antropología perfectamente «natural». El hombre es un ser que se excede a sus propias posibili­ dades, que no puede cumplirse en plenitud por el solo ejercicio de sus facultades. La perfección le es posibilitada desde arriba, aunque el hombre tenga ya en sí una capacidad primera, como una pri­ mera disposición y una primera tendencia. El hombre tiene ciertas ( 4 ) A. M. K n o l l: Thomismus und Skotismus als Standestheologien, en Fest­ schrift für Karl Adam (Düsseldorf, 1952 ) 230 .

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