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P. JOAQUIN DE EN C IN A S, 0 . F. M. CAP. 7 9 haberse renunciado a sí mismo hasta en los últimos reductos, en el or­ den ético no cabe otra postura que la sumisión y la positiva coopera­ ción al cumplimiento de la voluntad divina con Cristo. Porque esa vo­ luntad divina se muestra sobre todo, en el modo de obrar y en las exigencias de Cristo. En la medida en que el hombre se entrega a Cristo y vive a Cristo coopera al cumplimiento de la voluntad del Padre. Exactamente igual ocurre en el orden social donde no puede haber otras categorías de conocimiento y amor — que vale tanto co­ mo decir lazos de unión social— que el conocimiento del prójimo a través de Cristo. También en el aspecto ético-social del hombre se opera un encuentro por medio de esa entrega del hombre a Dios; todas sus acciones son como una prolongada oferta y sacrificio de sí mismo al Padre. El «encuentro» definitivo tiene lugar con la muer­ te que unirá al cristiano por siempre a Dios (25). Con esto no se niega que la ley natural sea también una manifestación de la vo­ luntad divina. Pero esta ley ha quedado en muchos casos obscure­ cida por el pecado y por eso se impone, a veces, la voluntad divina por encima y en contra de las exigencias de lo «mundano-racional». Una vez más, es Cristo — con la singularidad del hecho histórico de la encarnación— el fundamento de las leyes objetivas y universales del orden moral. Con clu sión : Sintéticamente podría reproducirse el proceso del presente estudio en unos cuantos puntos: 1. El intento de exponer la doctrina sobre el hombre en su pro­ yección sobrenatural está justificado por la misma realidad. El hom ­ bre real está elevado al orden sobrenatural y forma, además, parte del mundo creado y tiene sus ineludibles relaciones con el orden increado. La Antropología «cristiana» es por consiguiente, una parte de la Teología «cristiana». 2. La Teología «cristiana» es denominador común a toda doc­ trina que hace uso de la revelación para la comprensión de Dios y del mundo. Pero en ese amplio marco de interpretación caben al­ gunas modalidades que afectan al concepto mismo del hombre. Cada corriente teológica implica una definición distinta del hombre, aun­ que esa diversidad no sea en el caso más que de matices. Por otra parte hay que partir, en toda Antropología, del concepto del hombre como determinante de toda valoración ético-social. Los tres prin­ cipales conceptos teológicos del hombre nos vienen dados por el to­ mismo, el escotismo, y el protestantismo en la llamada «Teología ( 25 ) La doctrina católica centrada en el punto de vista de D ios al «encuen­ tro» del hombre ha sido expuesta por Otto S emmelroth : Gott und Mensch in Begegnung (Frankfurt a. M., 1956 ).

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