PS_NyG_1958v005n008p0039_0081
78 V ISION CRISTOCENTRICA.. siente, vive como siente y vive Cristo. También la definición del hombre y su relación con Dios nos es dada por la revelación sin las sombras de la filosofía pagana y su sentimiento religioso. El hombre es algo por lo que Dios mismo se ha encarnado aceptando la condición humana sobre la tierra; algo por lo que Dios ha consi derado posible, conveniente y justo unir eternamente su ser divino a la naturaleza humana. Sobre la valoración del hombre a la vista de Dios existe una nueva dimensión: el hombre es aquél ser que Dios creó para hacerse « encontradizo » con él por medio de la re velación. Este encuentro se hizo posible por la historia inmanente del hombre, allí donde ella coincide con la historia trascendente en la persona de Cristo. Su procedencia divina determina también su presencia ante Dios en esta vida y al fin de los tiempos. Esto que el hombre es y significa a la vista de Dios nos viene dado por la revelación al relatar la Historia en la cual Dios asocia al hombre a su acción para realizar su poderío sobre la humanidad. Por eso no puede considerarse en la revelación la palabra separada del he cho histórico: la revelación es acontecimiento, hecho, historia y no solamente discurso, enseñanza y palabra. En este sentido pudieran interpretarse rectamente las palabras de Laberthonniere según el cual la historia no es objeto de «teoría» sino de «interpretación». Y ésta supone que el sujeto está implicado de algún modo en la trama histórica dando lugar a una estricta sociabilidad entre el sujeto y los componentes de la historia. Frente a la dignación divina que ha considerado al hombre justo motivo de su actuación «ad extra» tenemos la insignificancia del hombre. Lo «propio» del hombre pierde todo su valor en el signi ficado de la revelación. Cristo no viene a santificar o a impulsar esa religiosidad espontánea del hombre, ni siquiera a suscitar una ola de sentimentalismo religioso. Más bien empieza por exigir la negación de lo autónomo y espontáneo en el hombre para infundir una nueva religiosidad después que cada uno «ha renunciado a su alma». Cristo significa la perpendicular de la voluntad divina ac tuando sobre la horizontal de la actividad voluntaria del hombre, de modo que Dios activa lo religioso cuando el hombre ha renunciado a lo espontáneamente religioso. Aquí se establece una « crisis» sobre lo malo y sobre lo bueno — la religiosidad humana— en cuanto esta bondad es algo propio del hombre. Esta íntima conexión de la vida religiosa del hombre con la de Cristo tiene, como no podía menos, sus repercusiones en la conducta humana. La Etica cristiana, interpretada a través de la analogía histo- riae, se convierte en una « imitación de Cristo». Si en el orden re ligioso el hombre vive adorando al Padre con Cristo, después de
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz