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P. JOAQUIN DE EN C IN A S, O. F. M. CAP. 7 3 «presuposición» (Voraussetzung), que se deriva del concepto de «po­ sición» de una realidad del mismo signo: no hay centro sin periferia, ni periferia sin relación a un centro. Así, del hecho de la redención se concluye en el orden de la creación, que sin ser exactamente idén­ ticos, se ordenan y se implican mutuamente. En el orden de la creación se contienen imágenes, analogías, preanuncios que «pre­ suponen» a su vez otras tantas realidades paralelas en el orden de la redención. Así, por ejemplo, la contraposición entre hombre y mujer es el «supuesto» de nuestra hermandad con Cristo; la natu­ raleza social del hombre es el símbolo de su alianza con Dios. La misma tensión del Tu -Yo en el orden natural se explica por la con­ sideración de la tensión y coexistencia simultáneas de las personas divinas en la Trinidad. Pero en todo caso hay que partir del cono­ cimiento que nos proporciona la fe y entonces podemos, por analo­ gía, ir a la búsqueda de otros conocimientos del orden natural. No es la relación de efecto a causa lo que puede llevarnos al conoci­ miento de Dios, sino otra clase de relación: la relación de sumisión que da origen a la «analogía adorationis et orationis». En virtud de esa relación el hombre obra conjuntamente con Dios y con El reina y gobierna, como se hizo notar en el concepto de libertad según Barth. Con ello no niega él la «analogía entis», pero quisiera yuxtaponér­ sela a otra analogía anterior que procede también de una particular concepción de los lazos de unión entre Dios y el hombre. b) La «analogía en tis » y la «univocitas en tis». Si en algún caso vale designar con la fórmula de la «analogía entis» toda una inter­ pretación teológica es el caso del tomismo, no en la Teología cató­ lica en general como hace Barth. Aún en el caso del tomismo ofrece esa designación algunos reparos, pero expresa acertadamente el pun­ to de partida. El punto de vista de toda Teología católica será in­ terpretar la revelación a través de los conceptos obtenidos del mun­ do visible. En virtud de esa simultánea semejanza y desemejanza tenemos una base común de interpretación y de expresión: la re­ velación natural y sobrenatural coinciden en una cierta semejanza en medio de la diferencia esencial que las distingue. Lo caracterís­ tico del tomismo ha sido cargar el acento sobre la diferencia esta­ bleciendo una diversidad de órdenes que deja siempre un poco en la penumbra la revelación sobrenatural. La génesis de nuestros co­ nocimientos, que partiendo del sentido, nos da la «quidditas» ha impuesto la consideración de lo permanente y esencial en el orden sobrenatural. Esa consideración estática del «misterio de Dios» lleva aneja otra característica, que es el intelectualismo. La Teología versa acerca de Dios, no como el ser «concretísimo», que diría Barth, sino en la amplitud inefable de su esencia que se expresa por conceptos

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