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7 2 V ISION CRISTOCENTRICA.. «analogía historiae» de la moderna teología alemana. Cada una de ellas supone un diverso enfoque de nuestra mente sobre la misma realidad. Esta diversa proyección viene determinada por la condi­ ción de nuestra mente o por la singular perspectiva del objeto con­ siderado. a) La «analogia fidei» de Barth. Para él la «analogía entis» es una doctrina fraudulenta (Truglehre). Porque el concepto de ser no es capaz de expresar lo definitivo en la relación entre Dios y la creatura. Y casi puede decirse que la obscurece, desde el momento en que presupone como evidente una realidad que carece de toda evidencia, que es el puro misterio, el acontecimiento absoluto y la pura actuosidad. Lo que es, por tanto, cúspide del orden existente, lo concibe la «analogía entis» como una amplia base. Lo paradógico es que se trata de un punto común, donde es imposible toda coin­ cidencia. La calidad del ser de Dios y de la creatura son radical­ mente contrapuestos: el primero «se pone» a sí mismo en la exis­ tencia, el segundo «es puesto» por otro. El concepto de ser no pasa de significar un esquema de ordenación, una categoría de la mente para establecer las correlaciones entre Dios y la creatura. Pero ya esto es una presuntuosa tentativa del hombre, pues solamente a Dios corresponde el derecho de manifestarse como es, en su irre­ petible singularidad. Por otra parte, el ser creado será siempre algo relativo y finito aunque la mente humana le proyecte en su forma absoluta: realmente absoluto sólo es Dios. Además, este concepto del ser tiene sus peligros, porque puede hacer creer al pecador que el conocimiento de Dios es un producto de su esfuerzo y no un re­ galo de Dios. Para remediar estas deficiencias del concepto analógico del ser expone Barth su «analogía fidei». En esta analogía todo conoci­ miento procede de una manifestación o revelación anterior de Dios, cualquiera que sea el modo como suceda. Este conocimiento inicial de la fe se adquiere por medio de la «entrega suplicante» ; el motivo biológico de esta analogía es la inmersión de la potencia intelec­ tiva creada en la actividad reveladora de Dios, en el acontecer mis­ mo de la revelación; el fundamento ontològico es la coincidencia de la revelación con la persona real de Cristo. Por consiguiente la revelación se comprende partiendo de Dios, de la persona de Jesu­ cristo que es la manifestación de la realidad divina, centro y razón de ser de la revelación. En Cristo se convierte la revelación en una realidad creada y simultáneamente histórica. El entendimiento hu­ mano, asentado sobre la cúspide de la fe (fides quaerens intellec- tum), puede proceder a la búsqueda de nuevas verdades implícita­ mente contenidas en la revelación. Así, por ejemplo, el concepto de

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