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70 V ISION CRISTOCENTRICA.. trar una doctrina orgánica que se ajuste lo más posible al orden real y pueda expresar con mayor exactitud la peculiaridad del objeto. Esta calidad del objeto, que es globalmente, el ordo unicus super- naturalis, condiciona también la actitud de la mente humana y la pone invitablemente en la disyuntiva de «introducirnos» al objeto o de contemplarlo a distancia. Su calidad de hecho histórico re­ quiere categorías de temporalidad que expresen la vertiente exis- tencial; lo abstracto e intemporal es, en este caso, algo que ne­ cesita justificarse y dar carta de nacionalidad dentro de la An­ tropología y de la Teología en general. Si se descuida lo fáctico y se aísla el hecho en su calidad de «ser» fuera del tiempo solamente puede ser expresada por las categorías abstractas y considerarse por la contemplación especulativa. La primera posición podría con­ ducir al extremo del existencialismo o del historicismo que se ocu­ pan solamente de la existencia de los singulares y del acontecer humano respectivamente. La segunda posición tiene el peligro de consagrar un sistema filosófico como vehículo de expresión del con­ tenido revelado. Cada una de ambas posiciones por separado es, por parcial, falsa. Pero es inevitable el cargar el acento sobre uno de ambos aspectos e, históricamente, se ha dado siempre una Teología más positiva, que se ajusta más al hecho histórico de la revelación y otra más especulativa, que se distingue exactamente por lo con­ trario: por considerar el objeto en su proyección ahistórica y sus relaciones esenciales. En este caso se usa preferentemente conceptos abstractos que expresan la objetividad de la esencia.. Estas dos mo­ dalidades están representadas históricamente por la teología pa­ trística y por la escolástica. Pero en ningún caso puede darse una forma pura y es necesario conjugar, en mayor o menor grado, las dos modalidades. No se da una Teología — ni puede darse una Antropología— de lo existencial y una Teología de lo esencial y objetivo con exclusividad, porque la revelación tiene una doble vertiente y es un complejo de «acontecer y estatismo», de hecho y de contemplación. Ni siquiera en cuanto a los conceptos puede prescindir de las categorías filosóficas y usar con exclusividad las categorías de lo revelado. El lenguaje de la Biblia y de la filosofía no se contraponen entre sí, aunque las diver­ sas mentalidades hagan uso preferente de un lenguaje u otro. La circunstancia histórica de haber constituido el principio de la Es­ critura como fuente exclusiva de interpretación teológica por parte de los protestantes, ha provocado una reacción en favor de la ob­ jetividad filosófica y de sus categorías de expresión por parte de los católicos. Pero ninguno ha podido excluir el uso conjunto de las dos modalidades de expresión. Más aún, históricamente no se

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