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P. JOAQUIN DE EN C IN A S , 0 . F. M. CAP. 6 9 1. La 'problemática de la Antropología en su pun to de partida .— La dificultad de una sistematización de la Antropología coincide, en nuestro supuesto, con los mismos obstáculos que encuentra una sistematización de la Teología. Partiendo del objeto la dificultad radica en el siguiente dilema: la comprensión del objeto con su perfil único, singularísimo en el acontecer histórico y la contem­ plación del objeto inmobilizado en su proyección ahistórica, eterna. La Teología se encuentra con el hecho único y sin comparación po­ sible de tener que ocuparse de «los singulares», o como advierte Barth, del «concretísimo» que se coloca más allá de toda realidad puramente histórica y de toda pura doctrina intemporal y abstracta. El objeto de la Teología no puede en ningún caso reducirse a la consideración de Dios en su proyección eterna, sino que debe incluir la persona de Cristo, donde se encuentran sintetizados el acontecer histórico y la doctrina universal. Sobre el hecho concreto de la per­ sona de Cristo tenemos la amplitud inagotable de su revelación: su contenido rico, misterioso y profundo — como el Logos, personal y divino que es— necesita de todos los contenidos de verdad del «logos» creado, de la capacidad expresiva del hombre. Lo mismo las categorías abstractas y generales que las categorías de lo concreto e individual. Esto dista mucho de las posiciones condenadas en la encíclica «Humani generis». La inexhaurible plenitud de la revelación no debe confundirse con un conglomerado amorfo que pudiera ser expre­ sado por cualquier contraposición de doctrinas, o por cualquier ideo­ logía o sistema. Ni excluye esa riqueza la posibilidad de una ex­ posición como si fuera algo trascendente al alcance de la mente humana, algo irracional e inefable. Lo más que puede decirse es que los conceptos humanos no agotan todo el contenido intencional de la «palabra» de Dios. Y que, por lo mismo, siempre cabe la posi­ bilidad de una acomodación del concepto al contenido idéntico del dogma. Esta posibilidad de una expresión más adecuada de la re­ velación da a la dogmática una cierta flexibilidad para acomodarse en los medios de expresión a cada tiempo o a cada escuela teoló­ gica dentro de una «forma mentís» tan amplia y tan rica de po­ sibilidades como la escolástica, entendida en su sentido más amplio. Ya con esto se excluye implícitamente la posibilidad de un «sistema» en sentido riguroso. No es posible cerrar en un esquema rígido o encapsular en conceptos definidos la varia y densa realidad del ordo unicus supernaturalis. Es, con todo, lícita la pretensión de encon- o. c., Analogía fidei, p. 116 . Analogía entis (p. 175 , ss.). D ie Denkform (p. 201 ss.). Natur und G eschichte (p. 344 ).

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