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66 V ISION CRISTOCENTRICA.. diálogo con Dios por medio de la fe y de la revelación. Y precisa­ mente aquí está también el origen del desorden. La contraposición Biblia-mundo no obedece a causas económicas, ni sociales, ni de cualquier modo mundanas. El antagonismo se verifica en el hombre mismo, en virtud de ese h iato que abre el pecado en tre la fe y la revelación. En definitiva, lo que falla es la fe que es, por eso, el pe­ cado de la humanidad, la causa permanente de desorden en las re­ laciones humanas. El desorden social tiene su origen en esa falta de acomodación histórica de las fuentes de la revelación. A esta exigencia han fa l­ tado por igual el dogmatismo ortodoxo y el liberalismo. La «orto­ doxia», depositaria de los dogmas, no quiere hacer concesiones al tiempo; el liberalismo pierde toda conexión con las fuentes de la religión y se sumerge en el devenir histórico. La solución tiene que venir de una posición media: la « ortodoxia » debe o fre cer la base con su dogmática y el liberalismo debe com pletar la solución con su dinamismo h istórico. El nuevo orden resulta de la coincidencia de la revelación divina con el momento histórico presente, de la acomodación de las fuentes de la religión en su manifestación em­ pírico-institucional al sucederse histórico de la sociedad. Esta co­ nexión de la doctrina y de la historia se opera a través del «hombre nuevo», precisamente por su doble proyección a la religión y a la historia. El hombre es el eslabón entre Dios y la sociedad. La moral es un aspecto de la religión. Con ello se declara Niebuhr contra toda moral casuística: no se trata de solucionar conflictos con sanas medidas de prudencia, sino partiendo de la base de relaciones del hombre a su origen y a su fin. La solución del problema social se reduce a plantear los postula­ dos que se derivan de la religión y de la calidad histórica del ser hu ­ mano. La religión es la unión personal y libre del hombre con Dios tal como se nos manifiesta en la revelación. Fe y revelación son las dos categorías de relación entre Dios y el hombre. Por la increduli­ dad se destruye el hombre y destruye el orden social al rebelarse contra el orden querido por Dios, el orden de la creación en el que se constituye al hombre en su calidad de persona libre. El pecado bí­ blico es la estricta y voluntaria incredulidad: el hombre opone al plan de la creación divina su autónoma posición en la existencia. Paralela a la creación está la revelación por la que Dios «llama» al hombre. Este coloquio le substrae ya al hombre de la singularidad y le confiere una propiedad social; además le pone en contacto con los demás hombres y establece el orden social. Solamente en virtud de la revelación se sabe el hombre obligado para con los demás hom ­ bres, le da conciencia de su personalidad, opuesta a la conglomera­ ción uniforme de la masa.

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