PS_NyG_1958v005n008p0039_0081

P. JOAQUIN DE EN C IN A S, O. F. M. CAP. 6 5 individual frente al Reino de Dios. No se puede concluir de la validez de una situación para los demás casos. El mismo modo de proceder de Cristo prueba esta exclusividad y el carácter perentorio de toda decisión. Sobre la piedad filial, sobre la riqueza, sobre el ayuno, etc., se imponen decisiones contradictorias e inconsecuentes. El mismo Sermón de la Montaña tiene un significado escatológico: más que un programa social es una llamada a penitencia como preparación a ese nuevo orden de cosas. Sería, por tanto, un error aplicar a los tiem­ pos modernos esas decisiones «actuales» de los preceptos o consejos evangélicos. Lo importante no son las exigencias del designio divino en cada caso, sino el motivo fundamental que está a la base. Este motivo fundamental, que sobrenada a la heterogeneidad y arbitrarie­ dad de las múltiples situaciones, es el «amor al prójim o». Todos so­ mos solidarios en el pecado y por lo mismo incapaces e impotentes frente al Reino de Dios. La simple coexistencia de los hombres no crea la solidaridad; sólo el saberse igualmente impotente, el senti­ miento del pecado puede fundar la fraternidad de los hombres. El que ha caído en pecado y se encuentra de nuevo recuperado en la gracia es capaz de sacrificarse por el prójimo, que es en definitiva un hermano «por quien Cristo murió». La interpretación eticista del evangelio es un fenómeno histó­ rico que coincide, según Dibelius, con la decadencia del sentimiento escatológico de la primitiva comunidad cristiana. En el aspecto po­ lítico se inicia una inteligencia entre la Iglesia y el poder estatal. El concepto de «organismo» tomado de la filosofía estoica no incluye al principio la conciencia de mútua responsabilidad. Y hasta el siglo segundo no se habla de las «relaciones fraternas» entre la Iglesia y el Estado. Igualmente en la ética individual se van destacando motivos sociales con la aplicación de la conducta y de la palabra de Cristo; de El reciben las acciones humanas su sentido moral y religioso. Niebuhr aplica estos principios teológicos de modo especial a la Sociología. Heredero por igual de Barth y de Brunner en muchos postulados teológicos tiene, en cambio, un punto de partida pro­ pio (21). Niebuhr llega a ver la necesidad de una nueva orientación teológica partiendo analíticamente del examen de la realidad, como párroco en Detroit, región industrial en Norteamérica. Niebuhr des­ taca la contradición entre el mundo y la Biblia. Existe con todo, por debajo de esa oposición, un lazo de unión que es la «naturaleza hu­ mana», algo «puesto» por Dios en la creación. El hombre está unido a Dios en calidad de persona, situado en la historia y en continuo ( 21 ) Hans H ofmann : Die Theologie Reinhold. Niebuhrs (Zürich., 1945 ). 5 .— NATURALEZA.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz