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6 2 V ISION CRISTOCENTRICA.. Las relaciones del hombre con el orden cosmogónico suponen más bien un « eth o s » cristiano. El reino animal y vegetal y el reino inor­ gánico tienen también por modelo a Cristo. El concepto de causa aplicada a la acción del hombre sobre el mundo infrahumano no es la simple participación a la acción creadora de la causa pri­ mera; es, más bien, la obra de un artífice que labra la imagen de Cristo. En virtud de ese orden jerárquico de la creación, el hombre ejerce una especie de sacerdocio en la naturaleza que espera de la creatura racional, no solamente el reconocimiento de la efigie de Cristo, sino la activa cooperación en la obra de cincelar la imagen de Cristo. La obra de la creación a través de Cristo habrá llegado a su plenitud cuando se hayan realizado todas las posibilidades de la ciencia, de la cultura, de la industria y de la capacidad de trans­ formación del elemento material; es decir, cuando se hayan pa­ tentizado todas las posibles afinidades entre la copia y el modelo. En esta concepción escotista de la Cosmogonía tienen pleno sentido las palabras de San Pablo: «Las criaturas están sujetas a la va­ nidad, no de grado, sino por fuerza de quien las sujeta, con la es­ peranza de que también ellas serán liberadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (Rom. 8, 22). Después de estas líneas generales de la in ­ terpretación escotista de la Etica y de la Sociología pueden señalarse algunas de sus características. An te todo se trata de una Etica de carácter ob jetivo. Cierto que esta objetividad no resalta de modo tan patente como la que se funda en las relaciones de la esencia. Pero no menos afincado en el ser está el orden jurídico a pesar de su carácter marcadamente vo- luntarístico. La norma moral de acción y el esquema de deberes y derechos, aún restringida su inmutabilidad al primer precepto del amor, son fruto de una consideración ontològica. El orden de causas de la creación, se establece en virtud de una jerarquía de dignidad de los seres creados, estando en la cúspide el «Cuerpo del Señor». Esta disposición cristocéntrica de la creación acentúa la consi­ deración histórica del hombre. La Etica no puede prescindir de las categorías de la existencia, así como la Etica tomista se construía con categorías de la «natura pura». El hombre se mueve en el plano sobrenatural, el único plan existente y, como consecuencia, la Etica y la Sociología son dos capítulos de una Antropología teológica. En esta antropología social tiene un relevante especial la ley del amor com o fundam en to jurídico y como vínculo de solidaridad. La signi­ ficación del hombre como arquitecto de la imagen de Cristo en el mundo infrahumano y, sobre todo, el estado del laicado como regene­ rador del orden familiar y cultural. Sobre todo, estas relaciones ine-

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