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P . JOAQUIN DE EN C IN A S, O. F. M. CAP. 5 7 en el plano de las dos coordenadas, de la causa eficiente'y la causa final. Y la naturaleza de la creatura racional viene determinada por los dos extremos de la ecuación. La causa eficiente no obra sino en previsión de un fin y, por tanto, configura la naturaleza hu ­ mana en relación con su fin propio. Esta ordenación a la causa final establece también la acomodación de los medios con lo que se completa el cuadro de ética humana. La acción moral del hombre es la traducción fiel de ese esquema ontològico, pues la norma moral no es más que la aplicación de la ley natural, que es una parte de la ley divina de la creación. Las normas directivas de las acciones humanas intentan el reajuste de nuestros actos en el esquema ra­ cional de proporción o adecuación que existe entre los medios y el fin. Este aspecto objetivo de la ordenación de la creatura racional a su fin propio abarca todo el quehacer humano. El mismo orden social se articula sobre el esqueleto del orden jurídico. Las interacciones humanas tienen siempre un punto de referencia inconmovible que es la medida de equidad y de proporción. Y aún las relaciones del hombre con el mundo animal e inorgánico se regulan por el derecho de propiedad. En suma, la condición del ser racional proyectado a un fin, que ha de conseguir por medio del conocimiento y la vo­ luntad, impone un cúmulo de « exigen cias » fr en te a las « exigencias » de otros seres racionales. De la acomodación de estas exigencias en un todo jerárquico resulta el orden; de la contraposición y colisión resulta el desorden. Como anverso de este aspecto objetivo del orden está el aspecto subjetivo. La ley natural se manifiesta en el sujeto racional por su conciencia; el orden jurídico por la virtud de la justicia, o sea por esa inclinación espontánea de la voluntad a ob­ servar la equidad. La fórmula más exacta de toda esta ordenación objetiva y subjetiva es el « unicuique suum», teniendo siempre pre­ sente que el fundamento último de esta « p erten en cia » es la misma condición del ser o del orden esencial. La impronta de esta Etica de la «natura pura» es la prevalencia de las relaciones esenciales, del diálogo impersonal en tre las es en ­ cias. La voluntad de Dios y su designio sobre la creatura racional se manifiesta en la condición de la esencia del hombre. Las mismas relaciones sociales se regulan por el lenguaje objetivo de la justicia, que es la primera virtud porque contiene el sentido de la equidad y de la proporción. Lo «debido» será el vínculo de unión y de dis- tanciamiento, como quien dice el cuadriculado que marca los lí­ mites propios a cada uno de ios seres racionales. La contraposición Yo -Tu no se establece entre la singularidad concretada de su exis­ tencia personal, sino como seres racionales en cuanto tales. Las relaciones entre el hombre y Dios no se verifican por su vertiente

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