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P. JOAQUIN DE EN C IN A S, 0 . F. M. CAP. 55 II.— P royección del con cep to teológico del hombre a la Etica y a la Sociología. En realidad toda valoración de la conducta del hombre de­ pende del concepto del mismo. Por eso existen tantas valora­ ciones éticas como sistemas filosóficos, que es lo mismo que de­ cir, como interpretaciones diversas del mundo y del hombre. Pero nuestro problema se plantea en un campo relativamente limitado. Se parte del concepto teológico del hombre con lo cual ya quedan excluidas todas las diversas corrientes de Filosofía profana. Y , con todo, aún cabe una mayor concreción en el planteamiento del pro­ blema. Interpretación teológica del hombre es la de Donoso. Pero la proyección de su concepción teológica a la Etica y a la Sociología no se sigue de la postura teológica en sentido riguroso; se trata más bien de una interpretación simbólica del orden social a la luz del dogma católico. Que la forma de gobierno deba ser monárquica, por­ que Dios es uno y reina y gobierna; que el municipio se defina, más que por su aspecto económico y geográfico, por la unidad sim­ bólica que le confiere la casa de Dios y el cementerio, tendrá su valor analógico. Pero no es una « analogía en tis», ni una «analogía fíd ei » ; se trata más bien de un paralelismo, de algo que pudiera llamarse «analogía sym boln (13). La derivación de las verdades o de los errores sociales partiendo de verdades o errores dogmáticos puede hacerse según un método perfectamente lógico. Pero en el caso de Donoso la comparación de ambos órdenes presenta simple­ mente coincidencias y afinidades puramente externas. Eso sí, tie­ nen la belleza y, al mismo tiempo, la ocurrencia de toda interpre­ tación simbólica. Pero el diseño de la conducta individual del hom­ bre y de su dimensión social no es algo que se nos impone en virtud de ciertas premisas teológicas, sino algo que con más o menos inge­ nio tenemos que buscar, dar forma y cargar de significado. Sólo entonces adquiere la Etica y la Sociología un perfil propio. En nuestro caso se pretende otra cosa. Se intenta establecer las consecuencias lógicas que se deducen, en el terreno de la acti­ vidad moral, de un determinado concepto teológico del hombre. Se parte de una doctrina teológica que puede por sí misma, y aún en contra de toda premeditada justificación, definir posturas, estable­ cer jerarquías y marcar relevantes ético-sociales. Las diferencias no serán en casos más que de matices, pero de ( 13 ) Véase en mi obra, P. Joachim Fernández, O. F. M., Cap. Spaniches Erbe und Revolution (Münster/W estf., 1957 ), viertes K a p ite l: Der traditionalistische «Theologe». Donoso Cortés, pp. 56 ss.

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