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5 4 V ISION CRISTOCENTR ICA .. personal elección y vivir oyendo su palabra, sentirse « hablado » y « llamado » como compañero y elegido de Cristo. Por eso el hombre tiene una doble proyección: es simultáneamente una realidad ón - tica (en virtud de su coincidencia con la naturaleza de Cristo) y un hecho histórico (en virtud de la encarnación del Hijo de Dios). Toda esta doctrina relativa al hombre vale y se realiza de modo más oculto en todas las creaturas dada la solidaridad de las cosas en el orden de la creación. El hombre tiene, además de este aspecto trascendente, un con­ tenido inmanente. La inmanencia del hombre significa «ser con la Humanidad », un todo con cuerpo y alma, ser finito en el tiempo. Para ser todo esto el hombre debe empezar por ser sujeto, es decir, responsable sobre sus actos, reflexivo y libre. Pero ni aún en este caso se ve el hombre libre del real contacto con Dios a través de su palabra y de su mandamiento. La libertad y espiritualidad del hombre tiene también su relación a la libertad de la palabra y del espíritu divino; esta libertad de la naturaleza inmanente del hom ­ bre dice una relación trascendente al libre obrar de Dios. Y sin embargo, Dios no está obligado a obrar en la actuación humana: es un don, es una gracia que se patentiza en la muerte del hombre. Este vive y muere en el acontecer histórico de la vida de Dios. Ser libre equivale a vivir y decidirse en la intimidad de la libertad di­ vina; la indiferencia de la libertad consiste en el mecanismo gira­ torio del libre arbitrio, sino en situarse en ese misterioso lugar donde autodecisión y obediencia, contraposición e imitación se condicionan y aclaran mutuamente: es el area trinitaria donde el hombre tiene entrada por la gracia. Ser libre es dominar con Dios como amigo y no como esclavo. La libertad debe ser por tanto interpretada desde el orden de la gracia y por tanto el concepto de causa segunda en su pleno sentido se verifica no en el orden puramente natural, sino en la determinación de Dios por medio de Cristo. También en este aspecto inmanente del hombre se verifica la ley general: la gracia se funda sobre la naturaleza y la historia sobre la situación de la tangente temporal que une al hombre con Dios. Barth se esfuerza por mantener clara la línea fronteriza y por sostener en equilibrio el orden de la creación y el orden de la re­ dención, o con otras palabras, entre la naturaleza y la gracia. Pero existe casi siempre el peligro de inclinarse la balanza en favor de la gracia, quedando la naturaleza en un puro concepto formal sin contenido material. Con todo esta concepción teológica de la An ­ tropología tiene también su proyección ético-social de que se ha ­ blará a su debido tiempo.

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