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5 0 V IS IO N C R IS T O C E N T R IC A .. b) La naturaleza humana de Cristo (11). Barth afirma enérgica mente la realidad de la naturaleza humana de Cristo frente al «mo- ralismo espiritualista». El temor ante la «fisis« es fruto del miedo a reconocer la naturaleza real que es también lo «esencial» en el realismo del anuncio bíblico. Sin admitir el significado óntico del concepto de naturaleza no se comprenderá el misterio de la en carnación y de la redención. Cierto que el concepto de naturaleza no explica todo el misterio, pero nos permite delinear, partiendo del misterio, de algún modo, su proceso interno. Cristo poseyó una verdadera naturaleza humana. Por eso la En carnación del Verbo contiene dos afirmaciones: es algo real como ser o naturaleza y como hecho histórico. El concepto de actualidad tiene en este caso la misma raiz que el concepto de naturaleza. Por que Cristo tuvo una naturaleza humana real y en sentido estricto jus tifica nuestra propia naturaleza; porque Dios es de algún modo lo que nosotros somos y como nosotros somos, da razón de ser a nuestra condición de hombres: el hombre es en su más profunda dimensión «lo que es», precisamente porque Cristo es hombre. Ello supone también que nuestra naturaleza humana está preservada y justificada desde el principio tanto cuanto puede serlo, es decir, en la medida de la coincidencia de Cristo y el hombre en la natu raleza humana. La naturaleza humana, antes y después del pe cado. Gracias a esta continuidad el pecador no cae en un abismo sin fondo, ni se condena a un total aniquilamiento. Será la natu raleza humana afectada por el pecado, pero sin que cambie total mente su estructura. Con esta afirmación se separa Barth de la doc trina tradicional protestante. La tarea de la Antropología teológica será hacer patente esta constancia de la naturaleza humana en virtud de su relación esen cial a la naturaleza de Cristo. Por eso, lo quiera o no el hombre, todo lo que «hace y es» en virtud de esa naturaleza está orientado y sellado con signos indelebles de redención. No es por la natura leza por lo que el hombre se opone a Dios, sino por el mal uso de la naturaleza. Aún en este caso el hombre queda vinculado al or den natural de la creación, porque permanece en él, indestructible, la «voluntas u t natura» por la cual se siente solidario con los de más hombres. No existe en este punto alternativa. El hombre es un ser abierto a la sociabilidad, aún el hombre pecador, y a veces de modo vergonzoso para los propios cristianos. Esa comunicación del hombre con sus semejantes es el resultado de la común naturaleza humana, de la mútua pertenencia en la «Humanidad » , es decir, en (1 1 ) I b i d e m , 1 25 -1 3 1 .
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