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Visión criálocéntrica del hombre En la literatura ético-social de estos últimos años se va abriendo paso la visión teológica del hombre. Los conatos por hacer de la Sociología cristiana una disciplina de la Teología, los repetidos en­ sayos de proyectar toda la actuación ético-social del hombre a la luz de la revelación son tanteos en busca de una exposición siste­ mática más amplia (1). Puede ser que en ocasiones se haya pagado tributo a la novedad con el uso de ciertos tópicos. Se ha hablado de la «teología del trabajo», de la «teología del laicado», extremando el uso del concepto de teología hasta grados incluso humorísticos. Pero sería precipitado despachar con un calificativo fácil y despectivo el justificado intento de revindicar para el hombre su dimensión ge- nuínamente real: la que le considera en su existencia histórica y no simplemente como objeto de posibles planes divinos. En suma, ( 1 ) Véase, por e j„ L. H. Ad. G e ck : « Sozialtheologie als Aufgabe », en Trier Theologische Zeitschrift ( 1950 ), 162 ss. Ibidem : «Sozialtheologie in die Kirche », en D ie Welt II ( 1949 ) 473 . Werner S ch ö llin g e n : « Christliche Soziologie als Theo­ logisches Disziplin », en D ie Neue Ordnung, I, ( 1946 / 1957 ) 404 - 417 . Ibidem : Die soziologischen Grundlagen der katholischen Sittenlehre (Düsseldorf, 1953 ), en la obra Handbuch der katholischen Sittenlehre herausgegeben von Professor Dr. Fritz T illm ann, Band V. Th eodor G epp ert: Teologie der menschlichen Gemein­ schaft (Grundlegung del Sozialphilosophie und Sozialtheologie) (Münster/W estf., 1955 ). Bernhard H aerin g: Macht und Olmmacht der Religion » (Salzburg, 1956 ). Igualmente característica es la concepción teológica de Vladim iro S o lo v ie f: Rusia y la Iglesia universal. Trad. por J. María Labra. (Madrid, 1946 ). En las pp. 295 y ss. al hablar de «El principio Trinitario y su aplicación social», d ice: «Pero justa­ mente por ello la verdadera Iglesia, com o organización única de la vida divino- humana, debe comprender en un sistema real, toda la plenitud de nuestra exis­ tencia, debe determ inar todos los deberes, bastar a todas las necesidades efec­ tivas, responder a todas las aspiraciones humanas. La unidad de la Iglesia está representada y garantizada por la monarquía eclesiástica. Pero, porque la Iglesia, siendo una, debe ser universal, es decir, abrazarlo todo en un orden determinado, la monarquía eclesiástica no puede permanecer estéril, sino que debe engendrar los poderes constitutivos de la existencia social completa» (p. 296 - 7 ). Aparte de esto existen copiosas monografías sobre diversos aspectos de la actividad humana, v. gr., M. D. Chenu : Pour une theologie du travail. (París, 1955 ). A. B lazovich : Soziologie des Mönchtums und der Benediktinerregel (W ien, 1954 ), etc.

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