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6 ¿VOTO O PROMESA DE V IRG IN ID AD ? 2.— L a e x e g e s is teo lo g ic a Supuesta la Revelación de Jesús y de sus Apóstoles o, hablando en términos generales, supuestos los hechos fundamentales históri cos de nuestra Religión, es fácil recurrir a la Sagrada Escritura en busca de confirmación o de aclaración de los dogmas cristianos. Unas veces se realiza esta búsqueda dentro de los límites prudenciales del sentido literal. Pero otras veces se hacen imprudentes extralimita- ciones y hasta insípidas acomodaciones. No se ha estudiado diligen temente el texto bíblico. Sólo lo han citado los autores para la prue ba de una verdad dogmática, arrastrados por el conocimiento pre vio de la verdad. Después, casi inconscientemente y a modo de axio ma, se han ido repitiendo la cita y su interpretación en las escue las. Y no pocas veces observamos también en la exégesis teológica el prurito de probar todas las verdades por la Biblia, sin excluir las disputas de escuela, como la Ciencia Media o los Decretos Predeter minantes, como si la Biblia fuese un Manual de Sagrada Teología o el libro de una escuela. Sin llegar a exageraciones, ni salir del relato de la Anunciación, la exégesis teológica interpreta el texto bíblico en un ambiente de orden sobrenatural, suponiendo en María los dones y los carismas extraordinarios con que Dios adornara el alma de la que había de ser la Madre del Redentor. La interpretación puede ser a veces pa trística o eclesiástica, pero no bíblica. Pues nadie negará que algu nos dogmas pueden llegar hasta nosotros, sólo a través de la Tra dición, con o sin fundamento real en la Biblia; y que la Tradición puede explicar más el pensamiento que la letra del hagiógrafo o exponer el sentido tradicional de la doctrina sobre la base del tex to bíblico. En estos casos, el texto bíblico no es más que la ilustración del pensamiento tradicional, a semejanza de lo que hemos visto que h i cieron los hagiógrafos. Los Santos Padres podían conocer previa mente, por un medio extra-bíblico, una verdad revelada, la santi dad de María, por ejemplo; y guiados por este conocimiento, no du daron afirmar que el saludo del Angel Gabriel expresaba la plenitud de gracia y extenderla en seguida a la exención del pecado original por medio del Protoevangelio. Ciertamente citan los dos textos, pa ra probar las dos verdades marianas. Pero pudieran citarlos no co mo prueba bíblica, sino como confirmación o ilustración de la ver dad revelada. No faltan casos, en que dejan entrever que ésta es su intención, como cuando acumulan epítetos sobre epítetos en la interpretación de los textos bíblicos o recuerdan en torno a la santidad e Inmacu
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