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3 4 ¿V O TO O P R O M E SA DE V IR G IN ID A D ? ciendo en sabiduría humana y divina. Una vez más apelamos a la figura real y sencilla de María. Si quisiéramos escoger un tipo bí­ blico, evocaríamos el de la Mujer Fuerte, que el Sabio canta como reina de su casa y gloria de su marido: E lla -procura la n a y lin o y hace las labo res con su mano. Coge la ru e c a en su s m ano s y hace b a ila r a l huso. T ie n d e su m ano a l m is e ra b le y a la rga la m ano a? m enesteroso. Su m a rid o es ce leb ra d o en las p u e rta s, cuan d o se s ie n ­ ta e n tre los a n c ia n o s del luga r. La s a b id u ría a b re su boca y en su len g u a está la ley de la bondad. A lzan se sus h ijo s y la a c lam a n b ie n ­ a v en tu ra da , y s u m a rid o la ensalza. M u ch a s h ija s han h e c h o p ro e ­ zas, p e ro tú sob repa sa s a todas (149). 3) Esto no quiere decir que María no fuese lle n a de g ra cia , como corresponde a su dignidad de Madre de Dios, pero ciertamente dentro de la ley del desarrollo natural del conocimiento y de la fe. Desde el punto de vista teológico hemos oído conceder a María todos los carismas intelectuales y todas las gracias de orden místico, que no repugnan a su sexo y a su condición de viadora. Igualmente se le atribuye toda clase de comunicaciones especialísimas y luces celes­ tiales. Parece a veces que no descansamos, sino en la contemplación de una vida sobrehumana y en un cúmulo de revelaciones que no se prueban (150). Afirmamos, naturalmente, la inconmensurable santidad y per­ fección de María, pero negamos que la Biblia justifique, al menos formalmente, la superexaltación milagrosa de su vida. Creemos que la auténtica santidad no consiste en la serie ininterrumpida de fe ­ nómenos sobrenaturales, sino en la constante y perfecta sumisión a los planes de Dios. Y esta sumisión existió ininterrumpidamente en el alma de María. Dios, le exigió la pureza hasta el matrimonio; y María fué purísima en cuerpo y alma. Dios le exigía, al parecer, el matrimonio, según la ley de Moisés y la costumbre judía; y María se desposó con intención de contraer matrimonio y sus consecuen­ cias, porque era piadosa. Dios le comunicó en el intervalo entre los desposorios y el matrimonio, que la haría madre del Mesías, sin de­ jar de ser virgen; y María lo aceptó gustosamente. María es siempre la sierva humilde y dócil en los planes de Dios. Así la ha visto San ( 149 ) Prov. 31 , 10 - 31 . ( 150 ) Si la primera palabra de María prueba al menos que la Virgen n o es­ taba instruida en el modo de la Concepción, según la exégesis teológica, es difícil probar por la misma palabra que Dios le había instruido en la emisión del voto de virginidad; cf. S. Ambros, in Le. 1 , 34 , PL 15 , 1639 : Legerat h oc (Is. 7 , 14 >, ideo credidit futurum ; sed quomodo fieret, ante non legerat; non enim quem- admodum fieret, vel tanto prophetae fuerat revelatum».

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