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RICARDO RABANOS, C. M . 3 5 una cueva subterránea oscurísima. Mas, en el momento mismo en que María entró, el recinto se iluminó de resplandores y quedó todo refulgente como si el sol estuviera allí dentro. Y mientras estuvo allí María, el resplandor no faltó ni de día ni de noche (142). 2) El retrato de María, según San Lucas, contrastaba abierta­ mente con el pintado por los Apócrifos. María, a pesar de ser la pro­ tagonista de las narraciones lucanas, lleva el papel secundario en las iniciativas y en el desenvolvimiento de las escenas. Habla poco, y siempre con humildad: he aquí a la esclava del S eño r; hágase en mi según tu palabra (143). Le gusta la meditación más que la pre­ dicación, como observa el evangelista: guardaba todo esto y lo m e ­ ditaba en su corazón (144). Esta observación se repite dos veces. La primera vez, después de haber hecho saber que cuantos oían a los pastores se maravilla­ ban de lo que les decían (145), como para indicarnos las dos acti­ tudes opuestas de María y de los pastores; y la segunda vez es como un compendio de la vida de María, copia fiel de la vida oculta de su hijo, pues un mismo versículo encierra las dos: Jesús bajó con sus padres y vino a Nazaret y les estaba su je to ; y su madre con ser­ vaba todo esto en su corazón (146). El mismo evangelista nos descubre otros dos nuevos rasgos del alma de María, el de la admiración y el de la ignorancia. María, igual que José, se maravillaba de las cosas que se decían de Jesús (147). Jesús responde a su madre que le preguntaba por la razón de no haberles acompañado en su regreso a Nazaret: «Por qué m e bus­ cabais ? ¿No sabíais que conviene que m e ocupe en las cosas de mi Padre ? (148). Todos conocen las sutilezas exegéticas, que ponen en juego los teólogos, para salvar de ignorancia a María, o los escán­ dalos que los críticos arman, para negar por esta ignorancia la con­ cepción virginal de Jesús. Se creen incompatibles la maternidad di­ vina de María y la privación de ciencia que encierran la admira­ ción y las palabras de Jesús. Pero la compatibilidad se entiende claramente, si pensamos que María no recibió en un instante cualquiera y de una vez toda la ciencia posible acerca de su hijo y de su obra, sino que fué cre- (142) Ps. Mateo, x m . (143) Le. 1, 38. (144) LC. 2, 19. 51. (145) Le. 2’, 18. (146) Le. 2, 51. (147) Le. 2, 33. 48. (148) Le. 2, 49. 3.— N aturaleza .

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