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3 2 ¿VOTO O PROMESA DE V IRG IN ID AD ? los Apócrifos. Si valiera la acomodación, diríamos que en teram en te gloriosa es den tro la hija del rey (140). 1) Los Evangelios Apócrifos multiplican los prodigios en torno a María. Según sus relatos, el ángel de Dios anuncia a Ana, que era estéril la concepción de una prole, que sería ensalzada por todo el mundo. A los seis meses de nacida, María anduvo siete pasos; al año oraba con gran fervor en el oratorio que su madre le hizo en casa; y a los tres años fué presentada en el templo. El sacerdote la recibió, la bendijo y la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó con sus pie- cecitos, haciéndose querer de toda la casa de Israel. María perma­ neció en el templo como una palomita. Cada dia usaba exclusiva­ mente para su refección el alimento que le venía por manos del ángel, repartiendo entre los pobres el que le daban los pontífices. Frecuentemente se veía hablar con los ángeles, quienes la obsequia­ ban con cariño de íntimos amigos. Y si algún enfermo lograba to ­ carla, volvía inmediatamente curado, a su casa. A los doce o a los catorce años se casa, por consejo del sacerdote, con José, viudo y viejo o soltero de avanzada edad, escogido entre otros varones de la casa de David por el milagro del florecimiento de su vara. El ángel Gabriel la saludó amabilísimamente; y le anun­ ció la concepción del Mesías. María, que estaba bien acostumbrada a ver rostros angélicos y a quien le era familiar el verse circundada de resplandores celestiales, no se asustó por la visión del ángel ni quedó aturdida por la magnitud del resplandor, sino porque se vió sorprendida por la manera de hablar de aquel ángel (141). María concibió; y su concepción, como el nacimiento de su hijo, es rodeada de pormenores ridículos y espectaculares: el agua de la prueba y su resultado negativo, con la consiguiente admiración del pueblo; el revuelo de opiniones en torno al asunto; y la apología pública de María, que dice así: Por vida de Adonai, Señor de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que no he conocido varón, ni aun pienso conocerlo en adelante, ya que así lo tengo decidido desde mi infancia. Este es el voto que hice al Señor en mi niñez: permanecer pura por amor de Aquél que me creó. En esta integridad confío vivir para El sólo». Yendo de camino de Galilea a Belén, un ángel se aparece y con­ firma la visión que María contaba a José sobre dos pueblos: uno que llora y otro que se regocija. Llegados a Belén, se metieron en (140) Salm . 45 (V . 44), 14. (141) Nat. de María, V I I -I X .

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