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RICARDO RABANOS, C. M . 2 5 aun fuera del campo católico, serios impugnadores. No sólo existe armonía entre los desposorios y la pregunta de María, sino también surgen insuperables dificultades en la suposición del origen judío- helénico de la doctrina cristiana acerca de la concepción virginal del Mesías. La Iglesia primitiva no la ha creado para divinizar a Jesús, porque las narraciones de la concepción virginal se orientan precisamente no hacia la divinidad, sino hacia la humanidad de Jesús, como indican los títulos «Hijo de David, Hijo de Dios en sen­ tido de Mesías, Hijo de Adán, Hijo de Abrahán. San Mateo no ha inventado los hechos, para aplicarles las profecías; él conoce los hechos, que le evocan las profecías (105). 2) Los exégetas teólogos caen en el otro extremo del contexto, poniendo de relieve la concepción virginal del Mesías. El matrimo­ nio de María, que seguirá a sus desposorios con José, es cosa secun­ daria, celebrado para asegurar a Jesús el origen davídico, a María el cuidado de su virginidad y a toda la sagrada familia el asilo y la protección convenientes. Estas razones, además de ser especulativas, descuidan abierta­ mente la posición de José que no es un viudo y viejo, como le pintan los Apócrifos (106), sino un joven de edad apta para el matrimonio. Es, pues necesaria otra ex cep ción para José, que no se prueba. Tampoco se prueba que José y María se convinieran, antes o después de los desposorios guardar continencia, como afirma Santo Tomás. El Pa- de Lagrange afirma que ignoramos las conveniencias que pudieran mover a la Virgen a casarse, a pesar de su propósito o de su voto de virginidad, y tiene por la más simple de todas las hipótesis pro­ bables pensar que el matrimonio con un hombre com o José la li­ braría de instancias inoportunas y aseguraría su tranquilidad (107). Pero, como observa el P. Audet, ¿qué se encierra bajo la expresión, esta vez demasiado discreta, «un hombre como José»? José era ju sto (108), pero su justicia, ¿incluía el aceptar la mano de una joven que pretendía permanecer virgen? El «hombre como José» habría que entenderlo por el hombre que aceptaba el matrimonio para vivir en perfecta y perpetua continencia. Habrá que suponer que él hizo también un propósito de virginidad y habremos ganado poco, porque tendremos dos excep cion es, con la consecuencia agra- (105) D ouglas E dw ar d s : T h e V irg in B irth in H istory and Faith , London, 1941, 220; B o x : T h e V irg in B irth of Jesus, London, 1916, 86. (106) Proto-evangelio, I X , 2; Ps. Mateo, V I I I , 4. (107) Ad h. 7. ed. Paris, 1941, p. 33. (108) Mat. 1, 19.

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