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4 ¿VOTO O PROMESA DE V IRG IN ID AD ? cuencia de la inspiración. La Biblia es em in en tem en te humana, por­ que tiene al hombre por causa instrumental y porque Dios, autor principal, se acomoda admirablemente al hombre, colocando el es­ crito dentro del ambiente histórico, con todas las preocupaciones y géneros literarios de la época que lo vió nacer. Mas la Biblia es tam ­ bién divina, aventajando a todos los otros .libros humanos contem­ poráneos, porque es palabra de Dios (2). La dificultad no está en la afirmación de estas dos cualidades, sino en su alcance o recta interpretación. Nadie negará que a veces se colocan los textos bíblicos violentamente en un plano que no les corresponde, haciendo decir a los profetas lo que nos dijeron sus discípulos o, aún más tarde, Jesucristo y sus Apóstoles. Tenemos un ejemplo en las palabras del salmista: «Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado » (3). Si las examinamos dentro del texto viejo-testamen­ tario, ciertamente se dicen de un Mesías, rey de Judá, hijo de David, como un comentario del oráculo de Natán a David: El ed ificará ca ­ sa a mi nombre, y yo le estab leceré su trono por siempre. Yo le seré a él padre, y él me será a mí h ijo (4). Promesas realmente halagüe­ ñas para un rey en el día de su coronación, pero que no encierran el orden hipostático del Mesías. Pero si las examinamos a la luz de la revelación posterior, particularmente a la luz de la carta a los He­ breos, tienen evidentemente un sentido transcendental, la filiación divina natural del Mesías Jesús (5). Junto al texto citado leemos otro paralelo, que aclara y confirma los dos sentidos de la filiación: Yo seré su padre y él será mi h ijo (6). El oráculo de Natán, recordado después por el salmista (7), aplica estas palabras al hijo de David que ha de ocupar el trono por siem­ pre (8); y San Pablo las aplica a Cristo Jesús (9). Los primeros auto­ res las entienden naturalmente de la filiación adoptiva; el segun­ do, de la filiación natural. Sobre estas dos interpretaciones se han construido dos sistemas exegéticos, el del progreso de la revelación y el del profetismo. La exégesis del progreso de la revelación da a cada hagiógrafo lo suyo: el salmista habla de un hijo de David, a quien promete la singula- (2) D ivino AfflanteSpiritu, B A O 136, 546 ss. (3) Salmo 2, 8. (4) 2 Sm 7, 13-14. (5) Hebr. 1, 5. (6» 2 Sm . 7, 14a. (7) Salm. 89 (V . 88), 27 s. (8) 2 Sm . 7, 14 ss. (9) Hebr. 1, 5.

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