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18 ¿VOTO O PROMESA DE V IRG IN ID AD ? exégesis hacia el voto o promesa o simple propósito de virginidad; pero ciertamente, desde un punto de vista más especulativo- ascé tico que íilológico-histórico. Con frecuencia se repite que María tu vo siempre la voluntad deliberada y amor eficaz de la virginidad, como convenía a la Madre de Dios; y que, movida desde la infancia a amar lo que fuera mejor y más agradable a Dios y a realizarlo en cuanto estaba de su parte, fué el modelo de todas las virtudes, especialmente de la castidad. Entre los expositores de esta doctrina, plácenos citar a San Beda, Ruperto de Deutz, San Bernardo, Santo Tomás, Suárez y Maldonado. Sus palabras son: expuso reverentemente el propósito de su alma: había decretado llevar una vida virginal. Porque cuidó ser la pri mera de las mujeres que se consagrase por esta virtud, mereció aven tajar en felicidad, por derecho singular, a todas las mujeres (68). Fué la primera que hizo a Dios un voto egregio, el voto de virgini dad (69). Dió, pues, a la Virgen parto el mismo Señor que le había inspirado el voto de virginidad y la había enriquecido antes igual mente con el mérito de la humildad (70). No es, pues, creíble que la Madre de Dios hubiera hecho un vo to absoluto de virginidad antes de desposarse con San José. Y aunque lo deseara, se encomendaba sobre ello a la voluntad divina (71). Entre los católicos no hay dis cusión acerca de que la Bienaventurada María hiciera voto de vir ginidad (72). Significa impotencia moral, no nacida de ley o pre cepto, sino de su voto particular. Por lo cual deducen de aquí con razón muchos y graves autores que antes de venir el ángel había pronunciado su voto de virginidad (73). Los mismos autores califican de razones de conveniencia los fun damentos de esta doctrina sobre el voto de María. Sobresale por en cima de todos el testimonio de San Buenaventura, que recordamos: Fué conveniente que la Virgen ofreciese a Dios con voto la virginidad por tres razones. La primera es para que fuese para él una morada decentísima. La segunda razón es, para que fuese para las mujeres ejemplar de una total virginidad. Y la tercera razón es, porque debe tener el privilegio de toda nobleza y santidad (74). (68) S. B eda , in Luc. Evang. expos., lib. 1, c. 1, PL 92, 318. (69) S. Ruperto, Comm, in Cant. Cant., 3, PL 168, 892. (70) S. Bernardo, Super Missus est, hom. 21, 1, PL 183, 61, ed. BAC 110, 192. (71) Santo Tomás, 3, q. 28, a. 4, ed. BAC 131, 63. (72) Suárez, in 3 q. 28, disp. 6, 21, ed. BAC 35, 222. (73) Maldonado, ad Luc. 1, 34, ed. BAC 72, 308. (74) IV Sent. dist. 30, art. únic., q. 2, resp. Ed. Quarecchi, IV , pp. 709b.
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