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RICARDO RABANOS, C. M. 1 7 totalmente consagrada a Dios y la unión de la mujer con el hom ­ bre. Pues, aunque sean honestos el matrimonio y el tálamo, según la ley de Moisés, es más excelente que ambos la virginidad. Luego, ¿con qué derecho, orillando las excelentes prerrogativas de la vir­ ginidad, anuncias cosas que son de matrimonio y de tálamo? Por esto temo tu mensaje; por esto no admito tu saludo, antes de in­ vestigarlo maduramente, juzgarlo sabiamente y ponderarlo cuida­ dosamente, no sea que creyendo cosas tan ajenas de la fe humana, sea engañada. Nunca ha sucedido, ni se conoce virgen que haya engendrado; por esto te pregunté para aprender el modo de ser yo madre virgen (65). 6) San Agustín alude frecuentemente al voto o a la promesa de virginidad de María. Nunca insinúa que recibiese de la tradición esta doctrina. Sin duda que su talento especulativo la encontró apta para explicar la frase evangélica, «porque no conozco varón», y re­ comendar la virginidad. Son muchos ios pasajes que pudiéramos ci­ tar. Pero basten estos dos: María dedicó a Dios la virginidad, cuando todavía no sabía que iba a concebir, para que en un cuerpo terreno y mortal se imitase la vida celestial por el voto y no por el pre­ cepto, por el amor de la elección y no por la necesidad de servicio. Así Cristo, naciendo de la Virgen que, antes de saber quién iba a nacer de ella, había decretado permanecer virgen, quiso mejor apro­ bar la virginidad que mandarla (66). María d ijo: ¿Cóm o su ced e rá esto, p u es no cono zco v a ró n ? Reconoced el propósito de la Virgen. Pues si sucediera, como sucede en todas las jóvenes, no diría ¿ Cóm o s u c e d e rá ? Pero ella se acordó de su propósito, y, conscia del santo voto, dijo: ¿ C óm o su c e d e rá esto, pues no cono zco v a ró n ? Porque no conocía que naciesen hijos, sino por la unión conyugal de los es­ posos, que ella había prometido ignorar, dice: ¿Cómo su ced e rá esío? Buscó el modo, no dudó de la omnipotencia de Dios. Me anuncias un h ijo ; tienes pronto mi ánimo; díme el modo. Pues la Virgen pudo temer e ignorar los designios de Dios, cómo quería que tuviese el hijo, si reprobaba o no el voto de virginidad. Pues, ¿qué, si le dijera: cásate, únete al varón? Pero no lo dirá, pues recibió el voto de virginidad que le hizo María. Oye el modo: será tu virginidad, cree sólo la verdad, guarda la virginidad, recibe la integridad (67). 7) A partir de San Agustín, los escritores latinos enfocan su (65) Orat. I I, in SS. Deip. Annunt., 33, PG 87, 3o„ 3257. 3260. (ed lat. 44 bis, 777ss.). (66) De Sancta Virginitate, 4, PL 40, 398. (67) Serm. 291, n. 5, PL 38, 1318-1319. 2.— NATURALEZA.

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