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FR. G. DE SOTIELLO 297 a la que se haya inscrito un filósofo. Esta decisión consiste en to­ mar partido por el objeto o por el sujeto. En otras palabras: o se da la primacía a las cosas, y entonces el hombre queda relegado a un segundo plano, o se la da a la persona, y en este caso no son las categorías del objeto las que han de servir de norma, sino las del sujeto. Si hacemos un recorrido por la historia de la filosofía nos en­ contramos con unos cuantos momentos decisivos para cada una de estas dos tendencias. El descubrimiento de la razón por los griegos, de donde toma origen la tarea intelectual que llamamos filosofar, es un hecho capital en toda la historia de Occidente. Los griegos des­ cubrieron que, tras el mundo de las apariencias, está el mundo de la realidad. Este fué un avance incalculable. Pero ese mundo ra­ cional que intuyeron a través del caos de las apariencias, no era un mundo espiritual, personal, sino un mundo objetivo, un mundo de cosas, de sustancias y esencias. Desvelaron el ser, pero no el yo. De ahí que hasta Platón, el más genial filósofo de la antigüedad, si acertó cuando dejó establecida la existencia de dos mundos, uno fenoménico y otro el de la verdadera realidad, quedó a medio ca­ mino, pues no se dió cuenta de que el mundo verdaderamente real no podía ser el de las esencias inmutables y eternas, sino el del es­ píritu personal, el de la libertad original. Fué el Cristianismo el gran descubridor de la persona y de sus valores eternos. Pero la filosofía se aprovechó muy poco de este ha ­ llazgo. Unicamente un San Agustín o un Duns Escoto supieron des­ tacar el valor de la persona. Según Escoto, el hombre se eleva sobre la naturaleza, no por el entendimiento, sino por la voluntad; el en­ tendimiento está determinado desde afuera, en tanto que la volun­ tad es autodeterminación (4). En los albores de la edad moderna sobresalen en este particular Nicolás de Cusa y luego Descartes. Pero el gran filósofo de la per­ sona, el que definitivamente revolucionó la filosofía fué Kant, el cual, comparte con Platón el cetro de la filosofía de todos los tiem ­ pos. Kant, no sólo es dualista, con los dos mundos, del fenómeno y de la cosa en sí, sino que coloca al mundo fenoménico en el puesto que le corresponde, como una formación del hombre. El mundo de los sentidos no es el mundo de la cosa en sí, sino un mundo de (4) Si es indudable que Escoto es voluntarista y creemos que es ése uno de sus valores más perennes, también es verdad que sus panegiristas modernos, y me refiero a los no escolásticos, no siempre entienden rectamente ese volunta­ rismo. T a l le ocurre a Berdiaeff, que seguramente conoce a Escoto a través de Landry, que no siempre es m uy de fiar.

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