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FR. G. DE SOTIELLO 3 0 5 resultaría chocante llamar materialista a toda filosofía monista, la de Hegel, por ejemplo, lo cierto es que su determinismo no deja nin gún hueco para la verdadera libertad, y la que Hegel mismo afirma, al ser producto de un proceso necesario, queda reducida a hermosas palabras. Aun en el caso de que se afirmase el espíritu dentro de una filosofía ontologista, ese espíritu no lo sería de verdad. Por eso, frente a toda ontología, Berdiaeff postula una filosofía dualista, en que la primacía corresponda no al ser, sino al espíritu, a la persona, a la libertad. La libertad posee un pre-ser. Aludiendo al comienzo del Evangelio de S. Juan, dice Berdiaeff: «En el princi pio era el Logos. Pero en el principio era también la libertad. El Lo- gos estaba en la libertad y la libertad estaba en el Logos». Sólo que la libertad es irracional y estos dos principios, el logos y lo alógico de la libertad es lo que en el mundo produce la tragicidad. Nuestro pensador, para dar a conocer su metafísica de la libertad frente a la metafísica del ser, no se sitúa en un dualismo maniqueo. Su dualismo es de otra especie: en el principio es Dios, la libertad su prema. El reino de la necesidad, del determinismo, vendrá después. Ya hemos anotado su pensamiento de que la naturaleza es un epife nómeno del espíritu. Su inspirador más influyente es el místico alemán Bóhme, el cual concibe a Dios, no como ser, sino como volun tad primera, insondable, no determinada, como «Ungrund», sin fon do. Algo así como una autodeterminación sin algo que se determine, o una autodeterminación desde el no-ser. La libertad se opone a la naturaleza, pero ésta nace de la libertad. «Bohme acaso ha sido el primero en la historia del pensamiento humano que ha visto que en la base del ser y antes del ser se encuentra la libertad sin funda mento, el apasionado deseo que tiene la nada de llegar a ser algo» (6). Si Goethe dijo que en el principio era la acción, Bóhme podía decir que era la voluntad, que yacía en el fondo de la Divinidad y antes que ella. Existiría una Divinidad Primera, anterior a la naturaleza de Dios, que sería «la nada libre del Dios primordial». Según eso la nada y la libertad son anteriores a cualquier naturaleza, que es siempre algo secundario y derivado. De ese modo Dios es a un tiempo el funda mento último y lo sin fundamento. El ser es secundario respecto del no-ser, del «Nichts». De toda esta concepción nebulosa y fantástica ha nacido parte de la filosofía germánica, la cual establece como primario no el ser, (6) Sobre el esplritualismo voluntarista de Bóhme, «en medio de toda su fantasmagoría de cuentos suprasensibles», y de su concepción de lo absoluto como espíritu y voluntad', puede verse, H . H e im s o e t h , op. cit., págs. 30-38.
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